miércoles, 15 de abril de 2009

El difícil rastro de la extinción masiva del período Pérmico

(Nota de la editora: Artículo copiado del sitio solociencia.com)

(NC&T) Decenas de millones de años antes de que los dinosaurios habitaran la Tierra, sus ancestros fueron eliminados casi todos en un evento catastrófico que se conoce como la Extinción Masiva del Período Pérmico. Este período tuvo lugar hace entre 299 y 252,6 millones de años.

El límite entre el Pérmico y el Triásico marcó el mayor evento de extinción en la historia de la Tierra, con pérdidas significativas de la biodiversidad tanto en la tierra como en los océanos.Hasta la realización de este nuevo estudio, se creía que el evento estaba caracterizado por rocas exclusivas rastreables por todos los continentes del hemisferio sur. Las nociones sobre el impacto del evento en los animales y los vegetales de tierra firme se basan principalmente en evidencias obtenidas en la Cuenca de Karoo en Sudáfrica Central, donde fueron encontrados los mejores registros fósiles de ese período y donde Gastaldo y sus colaboradores han trabajado desde el 2003.Análisis previos sobre evidencias en rocas efectuados por otros científicos trabajando en Sudáfrica, les permitieron plantear hipótesis de la naturaleza, el alcance y la cronología de la extinción masiva de los anfibios y reptiles prehistóricos.
Esos científicos afirmaron categóricamente que en la Cuenca de Karoo yace una única capa sedimentaria encima de los fósiles de los últimos reptiles del período Pérmico.Esta capa ha sido denominada "la zona muerta" debido a la ausencia en ella de restos fósiles.Se pensó que esta zona muerta estaba sincronizada en tiempo y espacio, señalando con precisión el evento por toda Sudáfrica e incluso tan lejos como la Antártida.
Gastaldo y sus colaboradores revelan ahora que han encontrado evidencias estratigráficas contradictorias en la Cuenca de Karoo.Han descubierto que esta capa conocida como la zona muerta, o el lecho que registra el acontecimiento fulminante de la extinción, no se encuentra en todos los lugares en la misma posición física del terreno rocoso analizado como evidencia, ni siquiera en el entorno inmediato donde dicha capa fue descrita por primera vez.Como tal, esto no es un indicador fiable de la extinción masiva de los animales terrestres.
En el espacio de un kilómetro, justo por el valle en el que está ubicado el punto donde fue descrita por primera vez, la capa aparece ocho metros más abajo.Varios cientos de kilómetros más lejos, los fósiles de reptiles aparecen por encima de la capa en lugar de estar por debajo de ella, socavando aún más la credibilidad de la capa como señalizadora de la extinción masiva de animales al final del Pérmico.

jueves, 2 de abril de 2009

Una sociedad sin alma

Por: Gilles Lipovetsky

Dos importantes legados de este siglo han sido la consolidación de los sistemas democráticos y la tiranía impuesta por los avances tecnológicos. Si al primero se le achaca una desertización de los valores éticos, a los segundos se los acusa de haber excluido a gran parte de la población. El filósofo Gilles Lipovetsky reivindica el papel de la escuela como integrador social.
Nada es más común cuando se habla del Tercer Milenio que evocar el hundimiento de la moral, la crisis de sentido y los valores. La idea, por supuesto, no es nueva, por cuanto reconduce la temática del nihilismo moderno y lo relaciona con la extensión del neoliberalismo y con el individualismo posmoderno. Las lógicas económicas y culturales del universo individualista conducirían ineluctablemente a la guerra de todos contra todos, al cinismo, al egoísmo generalizado, a la degradación de las relaciones sociales, en resumen, a una sociedad sin alma, ni fin ni sentido. No les faltan argumentos a quienes sostienen esta tesis: multiplicación de los casos de corrupción, delincuencia en alza, nuevos guetos urbanos, guerra económica, indiferencia hacia los países del Tercer Mundo. Sin embargo, no sabríamos cómo enfrentarnos a esta visión catastrofista, pues sólo corresponde a una de las caras del individualismo posmoderno, la que yo he denominado individualismo irresponsable. Dos razones de fondo conducen a sopesar la aproximación apocalíptica del mundo contemporáneo. La primera se apoya en el punto de vista radicalmente pesimista que alimenta el miedo al futuro. Si se diaboliza el individualismo asimilándolo a un principio intrínsecamente nefasto, entonces es toda nuestra civilización la que equivale al mal, sin que logremos ver el modo en que nuestras sociedades podrían salir: lo peor está siempre ante nosotros. Nada es más importante en la Europa actual que volver a otorgar el sentido de confianza al futuro justo ahora, cuando se extinguen los grandes sistemas ideológicos. Éste es uno de los desafíos del Tercer Milenio: reencontrar el sentido del futuro histórico, la confianza en la construcción de un porvenir mejor.

Individualismo irresponsable
Debemos avanzar una segunda razón. No es cierto que las democracias posmodernas equivalgan a un desierto de valores. El sentido de la indignación moral no ha desaparecido en modo alguno y nuestras sociedades no cesan de reorganizarse en torno a un núcleo estable de valores compartidos. No estamos en el grado cero de los valores, como testimonia el progreso del voluntariado y de las asociaciones, la lucha contra la corrupción, la adhesión de las masas en favor de la tolerancia, la reflexión bioética, los movimientos filantrópicos, las fuertes protestas que denuncian la violencia sufrida por los niños y los inmigrantes. Si, por una parte, las sociedades posmodernas generan un individualismo irresponsable, por otra, promueven formas de individualismo responsable. De hecho, la extensión del individualismo coincide con un refuerzo de la legitimidad de los valores humanistas y democráticos, así como con una creciente exigencia de transparencia y de responsabilidad individual. Cuanto más se incrementa el poder económico y técnico, más se afirma la exigencia de colocar límites morales a nuestra dinámica prometeica. Se ve mejor así el desafío del porvenir: no excomulgar el individualismo sino hacer que el individualismo irresponsable retroceda en favor del responsable, es decir, de un individualismo que rechace el después de mí el diluvio, que reivindique la autolimitación de su soberanía y que esté atento al respeto de los derechos de los otros. Pero para avanzar en este sentido es verdad que estamos relativamente desarmados. Primero, porque los grandes modelos de emancipación histórica, las principales utopías de la modernidad triunfante, ya no tienen credibilidad. Debido a que los dos modelos de capitalismo que aparecen ante nuestros ojos apenas son divertidos. Por un lado, el modelo neoamericano, con un paro débil pero con una clase media en declive, con guetos, desigualdades económicas y sociales exacerbadas, una solidaridad y un sistema de salud claudicantes... Por otro, el modelo renano, con el mantenimiento de un sistema de protección social acompañado de un paro generalizado persistente. Ninguno de los dos casos ofrece soluciones como para entusiasmarse.
En estas condiciones, la principal cuestión en torno al futuro de nuestras sociedades reside en el modelo de capitalismo y de justicia social que sepamos construir. No se trata de buscar una alternativa al mercado, sino de construir un capitalismo y una democracia justos, o más justos. ¿Qué democracia? ¿Qué mercado? Ninguna otra pregunta es tan crucial en este momento en el que se ahonda de nuevo en las desigualdades sociales. Ya no vivimos una crisis de fundamentos de orden político y económico, vivimos una crisis del vínculo social que se da en las democracias a varias velocidades. La crisis de la integración social por el trabajo, la exclusión y la dualización de las democracias es ahora lo más problemático. Nada es más importante que redefinir la idea de progreso social, repensar lo que debe ser una política de solidaridad en tiempos de mundialización. Tenemos el deber de inventar un nuevo contrato social que concilie los valores individualistas del mercado y la obligación de solidaridad; un nuevo Estado providencia exigido no sólo por su crisis financiera, sino también por los nuevos fenómenos de exclusión que afectan a millones de individuos y que engendran la gran pobreza, el paro de larga duración, a los sin techo... en pocas palabras, al individuo desocializado, privado de futuro. En este contexto, el Estado providencia no puede ser un simple distribuidor de ayudas oficiales para la vivienda, la sanidad, el fomento del empleo, los jubilados: esto ya no es humanamente suficiente. Tenemos que inventar una nueva filosofía de los derechos sociales a fin de que nadie se quede al margen del camino, que no haya individuos que se conviertan en inútiles sociales, excluidos para siempre. La cuestión de fondo ya no es la explotación económica, sino la exclusión social que la dinámica del mercado y de las nuevas tecnologías tienen el riesgo de reforzar de modo duradero. Por ello debe revitalizarse la idea de derecho social, que no puede definirse solamente como derecho a prestaciones sino como derecho de integración o de inserción en la sociedad. La justicia social en una democracia no puede satisfacerse con convertir a los hombres en asistidos sociales: se debe dar sentido y consistencia a la idea de que todos tienen derecho a participar en la sociedad, de ser útiles a la sociedad, tal como afirma Pierre Rosanvallon en La nouvelle question sociale (Seuil, 1995).

Educar, educar y educar
Es preciso subrayar, en este sentido, el papel fundamental de la escuela. Nos hallamos ante una situación verdaderamente escandalosa. Diversos estudios europeos muestran que una proporción importante de jóvenes (entre el 10 y el 20%) entran y salen del ciclo secundario dominando mal o muy mal los saberes primordiales, que son la lectura y la escritura. Ahora bien, por el hecho de la tertiarización de la economía, de la evolución de los oficios y de las técnicas, es evidente que estos jóvenes serán, de modo mayoritario, excluidos, y quizás de por vida. Esto es inaceptable. A la escuela se le deben imponer obligaciones, forzarla para que permita la adquisición de una base elemental (leer, escribir, contar), si no deseamos que genere futuros excluidos. La escuela debe volver a centrarse en la adquisición de los aprendizajes fundamentales necesarios para toda vida profesional y social, para toda integración en las sociedades postindustriales. Saber leer, escribir correctamente y aprender a expresarse deben convertirse en prioridades nacionales y nada puede excusar el fracaso de la escuela en este sentido. No estamos condenados a este deplorable fracaso inexorablemente: se puede ganar esta guerra si la voluntad política no falla. Este objetivo no es un remake de los comienzos de la escuela republicana o un revisión a la baja de las ambiciones escolares, es un imperativo categórico de la escuela y de la nación para una sociedad que rechaza la idea de que los hombres puedan, el próximo siglo, estar de más.
No es un sustitutivo del alma lo que reclaman las sociedades posmodernas, sino la reafirmación del papel del Estado y de las nuevas políticas de solidaridad, diferenciadas y eficaces. El triunfo del mercado no debe aumentar el papel del Estado, sino volver a centrarlo en sus funciones intrínsecas. Necesitamos una solidaridad inteligente y no solamente una solidaridad generosa si no queremos que el comienzo del Tercer Milenio se semeje a una pesadilla en un universo de riqueza.
Fuente:
Lateral - Revista de Cultura.

miércoles, 1 de abril de 2009

La Loca De Amherst

(Nota de la editora: El texto que aparece abajo fue tomado de la revista literaria "La máquina del tiempo", un sitio de internet. Y lo comparto porque desde que leí los primeros textos de Emily Dickinson, la "loca de Amherst", años ha, me identifiqué sobremanera con su vida y obra. Buen provecho.)

Por Paola Kaufmann

Una palabra muere cuando es dicha, dicen. Yo digo que recién empieza a vivir ese día. Emily Dickinson

En el siglo XIX vivió en Nueva Inglaterra una mujer a la que llamaban "el mito". La Poeta Reclusa le decían, y también la Monja de Amherst, la Mujer de Blanco, la Bella de Amherst: Emily Dickinson. Una mujer que escribió, en el dorso de una receta de cocina, que Amherst, su pueblo, era "la definición de Dios", y que sin embargo, en medio del más puritano de los entornos, jamás abrazó la religión. Contemporánea de Walt Whitman, de Edgar Alan Poe, de Nathaniel Hawthorn, de Mark Twain, fue considerada una de las grandes poetas americanas recién a cuatro años de su muerte, con la publicación del primer tomo de "Poemas" en 1890. Algunos de sus biógrafos la describen como un ser solitario, casi enfermizo: una mujer-niña extremadamente tímida, frágil y etérea, encerrada en su cuarto, escribiendo febrilmente día y noche, ajena al mundo y a todo lo que no fuera la Literatura. Otros, en cambio, como una mujer rebelde y excéntrica, con un extraordinario sentido del humor, alguien que fue fabricando voluntariamente su imagen y moldeando un destino de fama a sabiendas de que, en vida, ese destino sería imposible de alcanzar, entre otras cosas, por ser mujer. Hay quienes aseguran que todo, su poesía y su reclusión, fue el fruto de un amor imposible hacia un hombre casado. En realidad, de varios amores imposibles hacia varios hombres casados. Hay quienes dicen que sostuvo durante toda su vida una relación lesbiana con Sue Gilbert Huntington, posteriormente Sue Dickinson, su amiga más querida, su vecina de siempre, y por añadidura, su cuñada. Hay quienes dicen que su arte no era genuino, sino más bien una capacidad magistral para copiar lo ajeno y transformarlo en algo completamente distinto. Hay quienes opinan que de esto se trata, en definitiva, la literatura, y que Shakespeare hizo mas o menos lo mismo. Pese a las innúmeras opiniones e interpretaciones literarias y psicológicas, su vida fue y sigue siendo una suerte de emboscada para los curiosos de las biografías, y de enigma perpetuo para los críticos de su obra.La vida en cuestión de Emily Dickinson puede resumirse muy brevemente: nació en Amherst, Massachusset, el 10 de Diciembre de 1830. Tuvo dos hermanos, Austin, un año mayor, y Lavinia Dickinson, tres años menor que ella; un padre autoritario cuyo interés primordial era la educación, y una madre que siempre estuvo presente, si bien no fue una figura preponderante para ninguno de los hermanos. Fue una adolescente normal, que participaba de las fiestas y los bailes, de las caminatas y paseos a caballo y de las amistades del colegio. A los 17 años supo, según sus propias palabras, que nunca se transformaría en "la bella de Amherst", que su "cara de gitana, de labios anchos y ojos oscuros" no cambiaría a las facciones suaves y elegantes que había soñado para sí, y desde entonces, dejó de preocuparse por su apariencia. Enamorada de las hermanas Bronte, se identificaría primero con la poco agraciada pero independiente Jane Eyre; más tarde, cuando sobrevino la fiebre por escribir, con Emily Bronte, y finalmente, casi sin proponérselo, con Berta, la esposa demente de Mr. Rochester encerrada en el ático de Thornfield. De esa primera época data el único daguerrotipo que se conoce, ya que nunca más Emily Dickinson permitió que su imagen quedara plasmada en ningún lado. De 1847 a 1848 estudió en el Seminario para Mujeres de Mount Holyoke; en 1850 conoció a Sue Huntington, que sería su segunda hermana por el resto de su vida, y la mujer de Austin. En 1852 aparece publicado el primer poema en un diario local, y en 1862 le envía varios poemas a Thomas W. Higginson, una eminencia de las letras, para someterse a su veredicto y también con la intención de publicarlos. Higginson, si bien encuentra en su poesía algo magnético e inexplicable, también la considera imperfecta, inaprehensible en la rima, y recomienda fervorosamente no publicar. El mismo veredicto recibió, vale la pena apuntarlo, Hojas de Hierba, de Walt Whitman. En 1854 viaja con su familia a Washington para acompañar a su padre en la tarea política. En 1864-65 permanece por varios meses en Boston, para hacerse tratar de la vista. No volvió a salir de Amherst, y durante los últimos quince años antes de morir, no salió siquiera de su casa. Vivía la mayor parte del tiempo en su habitación del primer piso en la casa paterna, junto con su hermana Lavinia, quien tampoco se casó nunca y era la encargada de las tareas "sociales y externas". Tuvo al menos un amor, el Juez Otis Lord, amigo y compañero de estudios de su padre, con quien empezó un romance tardío pero apasionado cuando éste quedó viudo, y que se continuó hasta la muerte de Lord en 1884. Si bien planeó casarse e ir a vivir con Lord a Salem, Massachusset, el matrimonio nunca se concretó. Durante los últimos años prácticamente no escribió nada, y se dedicó a cuidar a su madre inválida por un derrame cerebral, y a cocinar, puertas adentro siempre. Cuando en 1882 murió de tifus su sobrino Gilbert, de apenas 8 años, ella enfermó del mal de Bright, una deficiencia renal crónica pero mortal. Murió el 15 de Mayo de 1886. Un par de meses más tarde, limpiando su cuarto y a punto de cumplir la tradición de quemar todos los papeles de los muertos, Lavinia encuentra en un cajón del bureau donde Emily solía escribir casi 2000 poemas, muchos de ellos atados en fascículos, como si hubiesen sido preparados para publicarse así. A pesar de las opiniones en contra, Lavinia mueve cielo y tierra hasta que consigue que la poesía de Emily salga a la luz. Sin embargo, la publicación de los tres volúmenes de poesía, y de las cartas de Emily Dickinson, acarreó además de la fama, el escándalo. En 1882, cuatro años antes de la muerte de Emily, llegó a Amherst Mabel Loomis Todd, una joven de veintitantos años, casada con David Todd, profesor invitado del Amherst College. Mabel, además de joven, era lo que puede llamarse una mujer de mundo: tocaba el piano y cantaba muy bien, escribía ensayos menores sobre sus viajes, pintaba decentemente, odiaba cualquier tarea doméstica pero, por sobre todas las cosas, era en extremo sociable, y de inmediato conquistó a los Dickinson, especialmente a Sue y Austin, quienes vivían en una mansión llamada "Evergreens" ubicada detrás de la casa paterna de los Dickinson, y quienes, además, acostumbraban a dar fiestas "culturales" con cierta asiduidad. Un año más tarde, Mabel Todd y Austin Dickinson eran amantes, y esta relación, que perduró en el tiempo, incluía también a David Todd, conformando un ménáge at trois que no pasó desapercibido en la puritana Nueva Inglaterra de Emily Dickinson. Para entonces, Emily era ya "el mito" viviente de Amherst, la mujer que hacía quince años no salía de su casa, y vestía exclusivamente de blanco. Hasta qué punto estuvo involucrada en el romance de su hermano con Mabel Todd no puede saberse con certeza, sin embargo, a partir de entonces, la relación con Sue, su cuñada y amiga íntima, empezó a deteriorarse. Emily Dickinson, tal vez como una prueba de lealtad y de amistad, nunca recibió personalmente a Mabel Todd, esto significa que Mabel nunca la vio. Ni siquiera en el cajón, antes de enterrarla, se le permitió verla. Austin Dickinson, a sabiendas de su esposa y de toda la ciudad (y, presumiblemente, de sus dos hermanas) fue un adúltero respetado, o más bien prolijamente ignorado, hasta su muerte. Cuando Emily murió, Vinnie quedó a cargo de la casa paterna, y allí siguió viviendo junto a sus treinta gatos. Desde que descubrió los poemas de su hermana, se dedicó con un empeño y una devoción casi fanáticas a publicar la poesía de Emily, y para esto recurrió primero a Sue, quien, por motivos no del todo entendidos -aparentemente habría intentado mandar poemas sueltos a distintas revistas, que fueron rechazados-, decidió entonces que lo mejor sería una publicación casera, local, o no publicar nada. Vinnie, defraudada por Sue, recurrió entonces a Mabel para copiar uno a uno los poemas manuscritos de Emily, y seleccionarlos para su publicación. Thomas Higginson, el hombre que treinta años atrás había cortado de cuajo las ilusiones de fama de Emily, esta vez decidió que publicar era lo correcto. El primer volumen de poesía llevó en la tapa el nombre de Thomas Higginson y de Mabel Todd, como editor y coeditor respectivamente. Lavinia Dickinson no fue siquiera mencionada. El affair de Austin y Mabel estaba en boca de todos cuando apareció el libro de Emily con el nombre de Mabel como editora, y esto terminó destrozar la relación entre Sue por un lado y Austin y Vinnie por el otro. A partir de entonces, de un modo extraño, Mabel Todd se convirtió en la referencia obligada sobre vida y obra de Emily Dickinson. Durante años dio charlas y se dedicó a la selección de poemas para los siguientes dos tomos de poesía, más un tomo de cartas, que fueron apareciendo entre 1890 y 1896. Antes de entregar el manuscrito para el tercer tomo, consiguió que Vinnie firmara la donación de un terreno aledaño a la casa de los Todd, terreno que le había sido prometido por Austin pero que, por supuesto, nunca había sido explicitado en el testamento. Con la firma de la donación, Mabel entregó el manuscrito final a Higginson, y el último libro de poesía de Emily Dickinson fue publicado inmediatamente. Sin embargo, unos meses después, Vinnie presentó una acusación ante la justicia alegando que había sido estafada por el matrimonio Todd, obligándola a firmar un papel cuyo contenido desconocía. El escándalo llegó finalmente a la corte donde, contra todas las expectativas, el juez falló en favor de Vinnie, obligando a los Todd a devolver el terreno. Unos meses después del veredicto, Vinnie murió, a los sesenta y seis años: la persona que más cerca estuvo siempre de Emily, y la responsable directa de la publicación de los poemas, pasó a la historia como la hermana mediocre y rencorosa de la excéntrica y genial reclusa de Amherst. Los Todd siguieron viviendo en Amherst, aunque nunca volvieron a cruzarse en el camino de los Dickinson. De hecho, Mabel guardó en un arcón todo lo que todavía poseía de Emily, y no volvió a tocarlo hasta 1930, cuando su única hija Millicent Todd decidió contar la verdad sobre la misteriosa vida de Emily Dickinson. La única sobreviviente de la familia, Martha Dickinson, hija de Sue y Austin, dedicó también su vida a contar la vida y obra de su tía a partir de las memorias propias y de su madre. Los dos libros son hoy obras capitales de referencia para cualquier investigación seria sobre Emily Dickinson, si bien ambos cargan con el sesgo que el rencor y la historia de los padres les impusieron. Hoy ya no queda ningún sobreviviente de los Dickinson en Amherst. La casa paterna, conocida como el Dickinson Homestead, a dos cuadras del centro de la ciudad, se mantiene exactamente igual, probablemente gracias a la construcción de ladrillos que le valió en otro tiempo el rótulo de "la mansión". En el cementerio, Edward Dickinson, Emily Norcross Dickinson y sus dos hijas, Emily y Lavinia, yacen en el mismo cuadrado de tierra, cercado por una reja. La gente suele dejar flores, pero, salvo que uno se detenga a leer las inscripciones de las piedras, nada indica especialmente que allí se encuentra la tumba de una de las mayores poetas de América. Al contrario que en los demás epitafios de la familia, la lápida de Emily Dickison dice: "Born in 1830, Called Back in 1886". Esta frase, "called back" (reclamada, o llamada de vuelta) fue escrita en una breve carta a sus sobrinos, unos días antes de morir, y posiblemente hayan sido las últimas palabras escritas. Como para darle el gusto a todos los que, mucho más tarde, la acusarían de apropiarse de las palabras ajenas, éstas tampoco le pertenecían: "Called back" era el título de un thriller psicológico, un best seller de la época, hallado sobre su mesa de luz la mañana siguiente a su muerte. Nunca se supo quién ordenó tallar esas palabras en la piedra, aunque probablemente haya sido Vinnie, siguiendo las órdenes expresas que Emily Dickinson había dejado para su propio funeral: un cajón blanco, un vestido blanco, lilas sobre el pecho, y que nadie, nadie en este mundo, tuviera la oportunidad de verla, ni siquiera muerta. Y que sacaran el cajón por la puerta trasera de la casa. .

Planean crear sangre sintética

A PARTIR DE CÉLULAS MADRE
Científicos británicos quieren ser los primeros en crear sangre sintética
Otros grupos trabajan también en este campo en Francia, Australia y Suecia

23/03/2009 10:43 (CET)

EFE
LONDRES.- Científicos británicos quieren ser los primeros en producir cantidades ilimitadas de sangre sintética a partir de células madre embrionarias para su uso en transfusiones de emergencia y sin riesgo de infección para el paciente.
En los próximos días se anunciará un gran proyecto de investigación que se pretende culmine dentro de tres años en las primeras transfusiones a voluntarios con sangre obtenida de embriones sobrantes de la fecundación 'in vitro', según informa el diario 'The Independent'.
La sangre se utilizaría para salvar vidas de víctimas de accidentes de tráfico y de soldados en el frente de batalla y representaría una auténtica revolución en los servicios de transfusión sanguínea, que dependen actualmente de los donantes.
En el proyecto participan la sección de Sangre y Trasplantes del Servicio Nacional de Salud británico, el Servicio Nacional de Transfusión de Escocia y el Wellcome Trust, la mayor organización médica de carácter benéfico del mundo.
Los científicos estudiarán los embriones humanos sobrantes de la fecundación 'in vitro' y tratarán de encontrar los genéticamente programados para desarrollar sangre del grupo O negativo, que puede transfundirse a cualquier persona sin temor a rechazos (donante universal).
Ese grupo sanguíneo es relativamente raro, corresponde a aproximadamente un 7% de la población, pero podría producirse en cantidades ilimitadas a partir de células madre por la capacidad que tienen éstas de desarrollarse indefinidamente en el laboratorio.
El objetivo de los científicos es hacer que las células embrionarias se conviertan en glóbulos rojos portadores de oxígeno para transfusiones de urgencia.
Esa sangre tendría además la ventaja, según los expertos, de que no presentaría ningún riesgo de infección por el virus del sida, la hepatitis o la variante humana de la enfermedad de las "vacas locas".

Varios proyectos en el mundo

Se cree que el Wellcome Trust se ha comprometido a destinar más de tres millones de euros al proyecto, que se beneficiará también de las aportaciones de los servicios de transfusión de Escocia, Inglaterra, Gales y posiblemente también de Irlanda.
Un portavoz de ese trust dijo que en este momento se están resolviendo ciertos asuntos legales entre las partes implicadas, pero que se hará un anuncio próximamente.
Al frente del proyecto está el profesor Marc Turner, de la Universidad de Edimburgo, que dirige el Servicio Nacional Escocés de Transfusiones.
Turner ha participado en investigaciones destinadas a garantizar que la sangre utilizada en transfusiones está libre del agente infeccioso causante de la variante humana de la enfermedad de las vacas locas. Se cree que varias personas que sufren esa enfermedad la han contraído por culpa de las transfusiones.
Según el diario inglés, en el proyecto participan también científicos del Centro de Medicina Regenerativa de la Universidad de Edimburgo, así como Roslin Cells, una pequeña empresa surgida del Instituto Roslin, en el que se clonó en 1996 a la oveja Dolly.
Científicos de otros países, entre ellos Suecia, Francia y Australia, están también trabajando en el desarrollo de sangre a partir de células embrionarias.
El año pasado, una compañía de biotecnología estadounidense, Advanced Cell Technology, anunció que había conseguido producir miles de millones de glóbulos rojos a partir de ese tipo de células.
Sin embargo, esos trabajos se vieron paralizados por la prohibición dictada por la anterior Casa Blanca contra las investigaciones con células embrionarias, aunque el nuevo presidente, Barack Obama, ha rectificado ahora.