viernes, 28 de septiembre de 2007

Origen de la palabra Expósito

(Nota de la editora: El texto copiado abajo fue tomado de un sitio de la red (su nombre es irrelevante). Y lo comparto por interés personal. Es que navegando en la red quise conocer el origen de mi apellido Expósito y "me topé" con este artículo que ahora comparto.)

Hoy no se emplea ya esta palabra, que ha sido sustituida por la de abandonado para referirse al recién nacido del que se ha deshecho la madre, porque ya no existen las casas de expósitos, una institución que resolvía el problema de la maternidad no deseada. La "exposición" de niños, llamada también exposición de parto, difería del "abandono" (menos civilizado, pero que buscaba también desprenderse del bebé sin causarle daño) en que estaba socialmente aceptada y regulada, hasta el punto de que en todas las ciudades importantes había una casa de expósitos; y en las muy populosas, la ley mandaba que hubiese en cada distrito una de estas casas con torno, para tener la mujer la libertad de depositar en él a su hijo sin ser vista por la persona (una monja) que lo recibía.

Las casas de expósitos, los hospicios y las maternidades han sido sustituidas hoy por otro género de instituciones en que se descarta la ocultación de la identidad de la madre, porque ha dejado de ser una ignominia la libertad sexual de la mujer no casada, y en consecuencia su maternidad; aunque esta última y el embarazo que la precede no se llevan con el mismo desenfado.
Expósito es una forma latina, palabra culta por tanto con la que se ha dado el mejor nombre posible a una realidad bastante dura. Este nombre lo inventaron y lo usaron ya los romanos con el significado que tiene en nuestra lengua. El verbo expono, exponere, expósui, expósitum significa "poner fuera", sacar. Las aplicaciones de este verbo son infinitas, y una de ellas fue la de dejar fuera de la casa (ex pósitus = puesto fuera) al recién nacido no deseado. Esta práctica de la exposición, del simple sacarlo fuera, fue común por todos los pueblos con intención de eutanasia, pero con la posibilidad de sobrevivir si a alguien le interesaba la criatura. En La India de los vedas fue muy común. La historia nos cuenta que en Grecia se llegaba más allá, yendo directamente al infanticidio. En Roma al paterfamilias, dueño absoluto de los hijos, el derecho le reconocía como un elemento más de la potestas patria el ius exponendi, es decir, el derecho de sacar fuera de la casa, y dejarlo ahí para que se muera o para que alguien lo recoja, al hijo no deseado.

La palabra y el concepto del abandono consentido de los hijos han perdurado en nuestra cultura hasta hace menos de medio siglo. El cristianismo le dio una forma más humana para los hijos abandonados, a los que recogió en los hospicios y en las casas de expósitos; y para las madres manteniendo su anonimato. Quedaron, sin embargo, profundas huellas de la crueldad en que estaba envuelto algo tan grave. La cuerda rompía, como siempre, por lo más flojo. Al no tener estos niños padres conocidos, se les ponían apellidos que delataban su condición de niños abandonados: el más cruel era el ponerles directamente Expósito de apellido. Todavía en 1921 la ley establecía en España que los expedientes para cambiarse el apellido de Expósito por cualquier otro, serían gratuitos. Entretanto se arbitraron otras fórmulas, como fue ponerles a estos niños como apellido el nombre del santo del día, y ya más adelante los apellidos que quisieran ponerles (elegidos arbitrariamente) los responsables del hospicio, que ejercían de tutores suyos.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Catarsis espiritual

(Nota de la editora: El autor del texto que aparece abajo, Malcom Pavel Bisonó Expósito, 29 años, es el menor de mis tres hijos. Escribió el texto que sigue animado por el deseo –también acicateado por mí– de que el conocimiento público de sus vivencias –las experimentó entre los 14 y los 15 años de edad- contribuyan a lograr que la gente entienda que la música es capaz de provocar determinados comportamientos y hasta influir la naturaleza orgánica e inorgánica. Este texto es parte del contenido de lo que será su primera obra impresa. La música –ya lo dijo Hermann Hesse- es el alma de los pueblos. Y los mensajes de la cultura de masas (principalmente los subliminales), reggatón y otros ruidos promovidos como música, influyen a quienes se exponen a ellos y se van al subconsciente*, ese Dios-bestia que carga cada criatura humana. El periódico Clave Digital lo publicó el 20 de junio del 2006, en su sección Opinión Joven, aunque omitió la introducción que le escribí entonces. He decidido compartirlo contigo porque me parece pertinente hacerlo en medio de tantos ruidos que se oyen en esta "selva de asfalto" en que se ha convertido República Dominicana, la misma donde presentadores de espectáculos, incluso de TV y la radio, instan a la gente a "hagan una bulla". Ojalá llegue el mensaje profundo que, desde mi punto vista, hay en este texto. He pedido a Malcom que comparta sus otras vivencias en el mundo astral en el que se internó y que yo, como madre, hube de manejar con mucha paciencia, mucho estoicismo y virtualmente sola, aunque auxiliada por la fuerza que dan las energías divinas, para no derrumbarme. Espéremos sus otros aportes...)



“Las letras (de los géneros musicales “death metal”, “black metal” y “heavy metal”) inspiran la destrucción total de la humanidad, la mutilación de Jesús, el Cristo, y actos inimaginables en una mente sana. Los mensajes negativos son tan persuasivos que te atraen a este mundo perverso de ideas sangrientas y a la adoración de un ser creado por mentes perdidas entre su propia Luz. Esta música me llevo a convertirme en alguien que yo nunca imaginé. Malcom Bisonó.

Por Malcom Bisonó

Te regalo mi experiencia. ¡Cuánto deseo que encuentres en ella al menos un vislumbre de esa Luz que tanto anhelas! Ojalá recuerdes que todo lo vivido son sólo pasos que nos retornan a ese Hogar Eterno al que realmente pertenecemos. No importa lo oscuro, sucio, espinoso, profundo y frío que sea el camino, si con todo el corazón lo quieres recorrer. Créeme -yo lo he comprobado-, siempre te reencuentras con tu puro brillo divino...

Recuerdo que cuando era niño lo que más temía era una imagen del diablo que descubrí en la portada de un libro del mismo título en la biblioteca de mi madre. (El Diablo, de Giovanni Papini. EE). Era una cara grotesca con grandes colmillos y unos rojos ojos que al mirarlos me aterraban tanto como me intrigaban. Esta imagen se grabó en mi subconsciente, y luego fue el canal donde encontré la negativa oscuridad en mi temprana adolescencia.

Como todo adolescente, buscaba mi propia identidad, algunas veces -no sé si inconscientemente- con desesperación… Dicen que escribir purga el alma. Así, escribiendo, limpio mi alma de toda escoria que por mí fue sembrada en ella. No tengo duda alguna de que todo lo vivido es parte de mi Plan Divino y gracias a cada experiencia soy quien soy hoy día y tengo el privilegio de poder apreciar, atesorar y compartir la Luz redescubierta. Abro las puertas de mi subconsciente y desato aquí lo que viví:

Mis amigos, como yo, también buscaban su identidad propia y juntos pretendíamos -incluso creímos haberlo conseguido-, encontrarla en el tipo de música más degradante, negativo y oscuro que pueda existir. Allí nos refugiábamos porque queríamos ser diferentes a los demás, rebelándonos -¿sin causa?- ante una sociedad que promueve los instintos carnales más que las dotes espirituales. Los tipos de música que escuchábamos eran “death metal”, “black metal” y parte del “ heavy metal”. Las letras inspiran la destrucción total de la humanidad, la mutilación de Jesús, el Cristo y actos inimaginables en una mente sana. Los mensajes negativos son tan persuasivos que te atraen a este mundo perverso de ideas sangrientas y a la adoración de un ser creado por mentes perdidas entre su propia Luz. Esta música me llevó a convertirme en alguien que yo nunca imaginé.

Todo comenzó una tarde cuando le pregunté a Neftalí: “¿Quieres ser inmortal? El simplemente me miró con una sonrisa interior. Verdaderamente no me importaba lo que pensara siempre que me acompañara hacia este negro mundo al cual yo deseaba apasionadamente penetrar en busca de mi inmortalidad. Tal vez sentía temor de adentrarme solo en este camino de charcos sin fondo y espinas sin rosas. Esa noche decidí hacer un rito satánico en el cementerio que estaba cerca de su casa. Aquí empezaron las mentiras. Le dije a mi madre que iba a pasar la noche en casa de Neftalí, tocando guitarra y escuchando música. Gracias le doy a mi madre por su confianza y por respetar mi libre albedrío, con lo cual me brindó la posibilidad de encontrarme a mi mismo.

Al pasar la media noche, Neftalí, Rojito, El Flaco y yo nos encaminamos hacia el cementerio. Nos tragamos el temor con par de botellas de Brugal y los guié por el negro sendero que conducía a las tumbas fosforescentes donde nos sentamos. Hice un pentagrama satánico con sal y puse velas en cada extremo de la estrella inversa. Me recordé de un cuadro de Jesús que mi madre tenía en la sala de nuestro hogar (hoy lo tiene en su oficina) en el que se lee: “Señor, que descubra mi soledad para luego poder colaborar contigo en la salvación del mundo”. Cambié la oración y escribí: “Padre de las tinieblas, que descubra mi soledad para poder colaborar contigo en la destrucción del mundo”. Mientras decía la oración me corté la mano izquierda con una navaja suiza que, como estaba bota, hube de presionar fuertemente en mi carne para cortarla, con lo que mi dolor aumentó. Este fue el comienzo de una secuencia de ritos… (Continuará.)


*El subconsciente es el gran animador del ser humano y está siempre listo para actuar; se ha formado por sonidos escuchados, por cosas tocadas, por objetos vistos y por sentimientos, afectivos o no, experimentados. Está constituido de todo eso que se ha leído, de todos los principios que nos han sido inculcados, sea, por ejemplo, a través del estudio o por la obligación de obedecer a una autoridad. Y es de una importancia capital para quien se deja manipular por él: trastorna la conciencia, aumenta las desgracias, embellece lo que amamos y hasta hace creer que lo negativo es positivo y que el hombre tiene miles de razones para obedecerle; convierte al hombre en mentiroso, iluminado, fatalista, a más de que provoca miedos irracionales, inquietudes, preocupaciones y esconde la luz para no dejar ver más que sombras. Aunque se podría pensar que el subconsciente es muy malo, no lo es, aunque sí refleja lo que usted ha grabado en él y lo que provoca de insólito en la conducta humana no es más que la resultante de actos insólitos o de pensamientos que usted ha grabado. El subconsciente no es malo, pero recuerda. (Un extracto, no textual, del libro “Las tres grandes preguntas del hombre: ¿qué somos? ¿Dónde estamos? Y ¿Hacía dónde vamos?, de Adela Sergerie, distribuido por el Instituto Dominicano de Ciencia Cósmica, Inc.).

domingo, 23 de septiembre de 2007

Apuntes sobre reelección

(Nota de la editora: Escribí el artículo que copio abajo en mayo de 1997, pero fue publicado el ocho de julio del mismo año, por razones cuyo enunciado no viene a cuento. Lo divulgo hoy en interés de refrescar la memoria a quienes parecen haber hecho suya la incoherencia implícita en el aserto "una cosa es con guitarra, otra con violín".)

Apuntes sobre reelección (De mi carpeta)
-Dedicado, aquí y ahora y "desde la rabia y el orgullo", a Leonel Fernández-

El presidente de la República, doctor Leonel Fernández Reyna, haría un buen servicio a su Patria -y a él mismo- si detiene, de cuajo, la campaña por su reelección que ha asomado a su alrededor, principalmente impulsada por gente de su círculo gobernante, y concentra sus energías y las de cada integrante de su gabinete, funcionarios y funcionarias en la tarea de hacer un buen gobierno, como se comprometió en la campaña electoral recién pasada.

Porque lejos de aportar a la construcción del "Nuevo Camino" que Fernández Reyna se comprometió a recorrer luego de que su partido lo postulara para optar por la presidencia de la República, los aprestos y discursos reeleccionistas en su favor, no importa de donde salgan ni quien los promueva, conspiran contra el establecimiento del clima sociopolítico imprescindible para, por lo menos, comenzar a organizar a esta Nación, tan vapuleada por quienes la han gobernado, principalmente en su pasado reciente, sobre todo los últimos 60 años, respiros aparte.

Dos argumentos fundamentales pueden ser expuestos para sostener el aserto que encabeza estas líneas: 1ero. Si Fernandez da notación -y ya la ha dado, para muchos- de estar interesado en reelegirse, sus parciales tendrían la tentación de incurrir en alguna "indelicadezas", entre ellas las de usar los recursos bajo su administración y control para promover el clientelismo político, un mal endémico en este pedazo de isla, y, 2do. Fernández Reyna, el abogado legalista, el civilista, se inscribiría, si se hace el desentendido frente al asomo de campaña reeleccionista, en la "escuela" pragmática que han instalado en este país aquellos y aquellas para quienes la Constitución -también la leyes- no es más que un "simple pedazo de papel".

Fernández Reyna, quien sin lugar a dudas tiene una misión trascendental en este país: aportar, desde el orden público, para rescatar, aunque sea mínimamente, la honradez, la dignidad, el decoro en las instituciones públicas -y por vía de consecuencia, la confianza de la gente joven, en tales valores (porque ya es poco lo que se puede hacer con los adultos maleados)-, representa, desde el poder, a mucha gente que en este país ha dedicado virtualmente toda su vida -y sus energías- a promover, más o menos coherentemente, principios fundamentales del quehacer público, verbigracia, servir al pueblo, compromiso consignado incluso en el lema del PLD: "servir al partido para servir al pueblo".

Así las cosas, como ya los peledeístas han servido a su partido -se pasaron 23 años desde la fundación del PLD haciéndolo-, les toca ahora servir al pueblo, es decir, dedicarse a trabajar, desde el gobierno, poniendo la mira única y exclusivamente, en sus responsabilidades públicas y los compromisos designados en el programa de gobierno que enarbolaron durante la campaña electoral del año pasado.

Quienes andan hablando de reelección -llámese Danilo Medina o Patroclo Epicúreo, en consecuencia-, distraen energias que pueden dedicar a otros asuntos, como evitar, por ejemplo, que se pague a periodistas para ofrecer asesorías para las cuales los más ni siquiera califican rupestremente, y dan argumentos a las fuerzas opositoras para boicotear las iniciativas del Poder Ejecutivo, mayormente las que precisan la aprobación del Congreso Nacional, dominado por dos partidos políticos que se han repartido la administación del Estado en los últimos 30 años: 22 los reformistas y 8 los perredeístas, con los resultados conocidos por todos y todas aquí.
Amén de las tareas que debe ejecutar para hacer un buen gobierno, la administración encabezada por el otrora considerado "muchachito" -el término lo acuñó el líder perredeísta doctor José Francisco Peña Gómez, en la campaña electoral pasada-, y hoy presidente constitucional de la República, tiene la grandísima responsabilidad de rescatar el respeto que se merece la vapuleadísima Carta Sustantiva.

Siquiera pensar en modificar la Constitución aprobada a vapor en 1994 para anular la prohibición de la reelección -a fin de posibilitar que Fernández se repostule en el 2000- luce un desatino incontrolado, hijo, probablemente, de la tendencia -tan acentuada entre quienes escalan el poder público- a variar las formas de razonar hasta puntos tales como para querer convencer a cualquiera de que dos y dos son cinco.

Como ha postulado más de un jurista de este pedazo de tierra, cualquier reforma a la Constitución de la República debe ser fruto de una Asamblea Constituyente.

Y tal como ha dicho el Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo, doctor César Pina Toribio, en declaraciones a la redactora Fior Gil, de Hoy, se debe abrir un gran debate nacional -el PLD se ha propuesto esa tarea, confió el mismo- "...con la participación de todos los sectores organizados del país, a fin de elaborar una agenda para la modificación constitucional. Es decir, que discutamos en todos los escenarios posibles cuáles son las modificaciones, las innovaciones necesarias y las orientaciones para discutir y ver opciones de reflexión profunda pero serena y luego proceder a la convocatoria de una Asamblea Constituyente".

"Es importantísimo -sostiene Pina Toribio- que la reforma constitucional sea el resultado de un órgano especialmente concebido y estructurado para ese fin y que no tenga ningún otro propósito y que permita que el país todo quede bien representado de forma que esa reforma tenga la más alta calificación posible".

Reformar procedimiento

En adición a las secuelas negativas que generalmente dejan las improvisaciones y la prisa en cualquier quehacer, una tarea tan delicada y trascendental como la de modificar la Carta Magna de un país debe ser encaminada con gran mesura y debe ser el producto, tal como ha expuesto Pina Toribio, "...de reflexión profunda, pero serena...".

El primer paso para proceder a modificar la Constitución debe ser variar el mecanismo consagrado en ella misma para su reforma, específicamente en su título XIII, artículos 116 al 120.

De acuerdo al artículo 116 del texto constitucional, la "...Constitución podrá ser reformada si la proporción (sic) de la reforma se presenta en el Congreso Nacional con el apoyo de la tercera parte de los miembros de una u otra Cámara o si es sostenida por el Poder Ejecutivo". (Aunque en este texto se habla de proporción, este termino no es correcto. Sin ninguna duda por la prisa con que se hizo la reforma constitucional, donde debió escribirse propuesta o un sinónimo, se escribió proporción).

"La necesidad de la reforma -establece el artículo 117- se declarará por una ley, que no podrá ser observada por el Poder Ejecutivo, ordenará la reunión de la Asamblea Nacional, determinará el objeto de la reforma e indicará los artículos de la Constitución en los que versará".

El artículo 118 dispone que "para resolver acerca de las reformas propuestas, la Asamblea Nacional se reunirá dentro de los quince días siguientes a la publicación de la ley que declare la necesidad de la reforma, con la presencia de más de la mitad de los miembros de cada una de las cámaras. Una vez votadas y proclamadas las reformas por la Asamblea Nacional, la Constitución será publicada íntegramente con los textos reformados. Por excepción de lo dispuesto en el artículo 27, las decisiones se tomarán por la mayoría de las dos terceras partes de los votos".

"Ninguna reforma -consagra el artículo 119- podrá versar sobre la forma de gobierno, que deberá ser siempre civil, republicano, democrático y representativo".

Y el 120 establece que "la reforma de la Constitución sólo podrá hacerse en la forma que indica ella misma, y no podrá jamás ser suspendida ni anulada por ningún poder ni autoridad ni tampoco por aclamaciones populares".

Así las cosas, proponer hoy que se modifique la Constitución y hacerlo desde una perspectiva reeleccionista, no sólo es extemporáneo, sino que parece obedecer al interés de quienes, una vez saborean las "delicias" del poder, se enamoran de tal manera de él que hasta olvidan sus "principios", tanto como para tragarse sus propios discursos.

Como declarara la licenciada Aura Celeste Fernandez, entonces jueza de la Junta Central Electoral, en entrevista exclusiva para El Siglo, el primer paso con miras a modificar la Constitución debe ser reformar el mecanismo que ella establece para hacerlo, a fin de consagrar la Asamblea Constituyente, a favor de la cual se han pronunciado varios políticos e investigadores, entre ellos el mismo presidente Fernández, el líder del PRD, doctor José Francisco Peña Gómez y Luis Gomez, coordinador general de un equipo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo que impulsa un programa de revisión de la Carta Magna, en el que se incluye un componente de educación cívica de la personas.

A más de procurar la consagración de la Asamblea Constituyente, para considerar cualquier propuesta de modificar la carta magna procede, como han planteado Peña Gómez y Luis Gómez, la celebración de un plesbícito o referéndum para que la ciudadanía pueda expresar su punto de vista en esta cuestión tan espinosa y delicada.

Sin embargo, como también lo resaltó la licenciada Fernández en la entrevista citada, este país no está en condiciones en estos momentos para realizar ninguna reforma constitucional.

Aunque en la República Dominicana no hay estado de guerra, de alarma, de excepción ni de sitio, situaciones en que jurídicamente se desaconseja iniciar la reforma constitucional, cualquier persona mínimamente sensata debería reconocer que la actual situación nacional -carencia de un auténtico régimen de derecho, problemas socioeconómicos a granel, una gestión gubernamental que apenas se inicia y a unas elecciones congresionales y municipales a la vuelta de la esquina- no es el mejor tiempo para emprender una tarea tan delicada como la objeto de este análisis.

Así, si de veras piensa en el manoseado interés nacional, los reeleccionistas de nuevo cuño deben abandonar su virtual campaña y dedicarse a justificar los salarios, jugosos, por demás, que reciben de los bolsillos de ciudadanía.



sábado, 8 de septiembre de 2007

Desde un vientre de mujer madre...

(Nota de la editora: Escribí el texto que copio abajo hacia 1995 y fue publicado en el desaparecido diario El Siglo, donde entonces laboraba. El 22 de agosto recién pasado lo leí, aunque no completo por escasez de tiempo, en la vista pública celebrada entonces por la comisión de la Cámara de Diputados encargada de estudiar modificaciones al Código Penal. En la oportunidad, una de las sectas cristianas institucionalizadas -vaya usted a saber de cuál de las denominaciones- montó frente al Congreso Nacional un espectáculo de marketing del terror como uno de sus "argumentos" para oponerse a la demanda -porque de eso se trata- de grupos de mujeres feministas y de ciudadanas y ciudadanos, incluso médicos, que reclaman que nadie se meta en el cuerpo de la mujer, espacio sagrado en el que sólo cabe Dios. Y clamando por el derecho a la vida de las mujeres marginadas obligadas a abortar en condiciones peligrosísimas para su integridad personal, mientras las damas de la alta y media sociedad podemos hacerlo -lo de "podemos hacerlo" asúmase como una metáfora porque ya agoté mi ciclo biológico reproductivo-. Nuevamente la iglesia oficial de República Dominicana, la Católica, por boca de su jefe López Rodríguez, insiste en mterse en la libertad personal. Se harían un buen servicio a sí mismos, a sus iglesias y a las y los jóvenes si se ocupan de sus capillas y de los dormitorios de sus curas, sacerdotes y pastores. Ninguna mujer, excepciones aparte (si es que las hay), quiere abortar por abortar, como un deporte. Y mucho menos en centros carentes de asepsia, como son la mayoría de aquellos en los que se hacen abortos las mujeres marginadas. Con tantos problemas que hay aquí, allá y acullá, los seudos representantes de Dios persisten en vulnerar el libre albedrío, metiéndose en la vida privada ajena, mientras descuidan sus propios templos y no acaban de enterarse de las barbaridades de todo tipo que se dan en esta injustísima sociedad. Y tampoco se animan a ir a fajarse a los barrios a "bajar el lomo" ejecutando proyectos de desarrollo comunitario. No. Porque perder el confort de los ambientes de la buena mesa, buenos vinos, acondicionadores de aire y vehículos de lujo a que están acostumbrados -!cuán diferentes a la vida de Cristo¡- podría inducirles a delinquir, no para preservar comodidades, sino para conseguir "las tres calientes", como deben hacer muchos de los "delincuentes callejeros". Porque en los palacios, la impunidad campea hace añales... Y nadie osa iniciar un "intercambio de disparos".
Las cifras que cito están desactualizadas; hoy las estadísticas son más elevadas).

Desde un vientre...

Sé, porque conozco las estadísticas, que en este país de cada 100 embarazos, 48 no son deseados y de éstos, 28 terminan en abortos, en abortos inducidos, es decir, en interrupción voluntaria de un embarazo por “decisión” de la mujer preñada. A veces, también sé, la “decisión” no es de la mujer, sino del hombre con quien tuvo la relación que terminó en embarazo y quien opta por ese “crimen” para “salvar” su matrimonio, en unos casos, y, en otros, porque sencillamente no quiere tener “un hijo de la calle”.

Recientemente conocí datos de una investigación realizada en seis países de América Latina y El Caribe por el Instituto Alan Guttmacher (1994), según los cuales en esta nación se practican 82,000 abortos inducidos cada año. Y que unas 16,500 de las mujeres que abortan son hospitalizadas cada año por complicaciones secuelas de tales abortos y que otras 10,000 también experimentan complicaciones, pero no son internadas.

Se trata, en un altísimo porcentaje, de mujeres de la población pobre, quienes abortan en condiciones carentes de asepsia y/o mediante métodos tan “especiales”, como la toma de brebajes potencialmente dañinos para la salud o la introducción de un alambre en la vagina.

También sé, porque vivo en este país y tengo oídos para oír y ojos para ver, que otras muchas mujeres (no sé cuántas porque hay absoluta discreción en esta cuestión), que muchas otras mujeres abortan sin exponerse virtualmente a riesgo alguno. Porque tienen el dinero suficiente para pagar el aborto a un buen médico, en una buena clínica. Y hasta para comprar el silencio de la autoridad si eventualmente son descubiertas en esta infracción penal.

No sé, porque no soy Dios, sino una criatura humana limitada, falible, por tanto (tengo la convicción de que no hay criaturas humanas infalibles, por más que haya quienes se crean tales, con resultados tan negativos para la humanidad como los que rodearon la Inquisición). Tampoco sé cuándo en realidad se inicia la vida humana en el útero de una mujer. ¿Cuándo óvulo y espermatozoide se juntan? ¿A partir de las 18 semanas de la fecundación? ¿Cuándo el alma, el espíritu, se adentra en el feto? No tengo respuesta contundente, aunque me inclino por la tesis de que la vida humana comienza a incubarse a partir de los dos meses del embarazo, y que cuaja cabalmente cuando el feto sale del vientre de la mujer. Porque la hominización, es decir, la infusión del alma en el cuerpo se produce entonces y sólo entonces, desde mi punto de vista, que no es de mi propia factura, pero que asumo porque creo fervientemente en la fuente donde obtuve el dato*.

También sé, con absoluta certeza, que las mujeres –y los hombres- que en este país defienden los derechos reproductivos de la mujer, no son criminales. Al contrario, son gente, casi todas y todos, amantes de la justicia, de la solidaridad, del amor, de la vida, la propia y la ajena, y preocupados, altamente preocupadas, por la suerte de las mayorías marginadas. No con discursos, sino con hechos, porque han dedicado gran parte de sus vidas a trabajar, en barrios, pueblos, cañadas y caseríos, por el crecimiento y la promoción personal y social de los de abajo. Aunque no vayan a ninguna iglesia, creo que llevan a Dios en las entrañas, en el corazón, en la sonrisa y hasta en las lágrimas.

Los que juzgan como criminales a quienes defienden los derechos reproductivos de las mujeres se creen, desde mi punto de vista, más poderosos que el mismo Dios y hasta se ufanan de representarles en esta Tierra, y juzgan sin misericordia y con una gran carga de injusticia –misericordia y justicia son virtudes cristianas- a quienes simplemente buscan, con su defensa de estos derechos, proteger la vida de cientos, de miles de mujeres, que mueren cada año en este país y en otros muchos de esta América nuestra, principalmente, a consecuencia de un intento o de un aborto inducido.

Decir que quienes buscan la despenalización del aborto, no del inducido, sino del terapéutico (en ninguna discusión se ha planteado, en el presente, en este país, la cuestión del aborto inducido), constituye un paralogismo. Porque en el Código de Salud no se plantea cuestión alguna sobre el aborto. Y eso lo saben, presumo, quienes han formado toda esta alharaca para llamar criminales a quienes, sencillamente, aspiran a que se reconozcan derechos que son sólo de mujeres, los derechos reproductivos, cuya importancia y trascendencia pueden ser entendidas sólo por una mujer o por aquellos hombres dotados de una altísima capacidad de empatía.

Como también deben saber, a menos que -¡vaya usted a saber por cuales razones!-, se hagan los tontos, que el Código Penal, en su artículo 317, castiga severísimamente , a quienes practiquen un aborto inducido, a los eventuales cómplices e, incluso, a quien se limite a informar a una mujer donde puede hacerse un aborto.

Es decir que el afán de consagrar en una ley adjetiva un derecho humano sustantivo, reconocido, por tanto, en la Constitución de la República y en convenciones internacionales, como la declaración universal de los derechos de las personas, ratificadas por este país y por todas las naciones de la tierra, parecen, a mis ojos y mi raciocinio, interesados en propósitos “moralistas”.
Ojalá, es mi deseo, que todas estas energías se dediquen a, por ejemplo, impulsar una “cruzada” para conseguir una sociedad más justa, para lo cual, estimo, debe insistirse en luchar contra la injustísima repartición de las riquezas. Porque -¿acaso no se han enterado?-, las injusticias prevalecientes en esta sociedad están entre las razones de peso que inducen a muchas, a muchísimas mujeres, a hacerse un aborto. Y a sentirse culpables, al ser “castigadas” por la “moralina” de nuestras sociedades, incluídas sus iglesias de todas las creencias, matices y profetas seudo “representantes” de Dios y voceros de Cristo.


*La fuente a la que aludo fue uno de los facilitadores del Instituto Dominicano de Ciencia Cósmica, Inc., donde inicié, hace unos trece años, estudios que me permitieron encontrarme conmigo, es decir, descubrir al Dios-Diosa que soy, como es cada criatura humana. Gracias a tales estudios, es decir, a Dios, estoy viva por cuanto he descubierto de cuántas cosas soy capaz si me dejo guiar por las energías divinas. Y nada me arredra ni me conturba, aunque -les confieso- a veces me provocan rabia los comportamientos de muchas personas, principalmente de la "élites" ¿gobernantes?, pero como son mis hermanas y hermanos humanos, incluso el locuaz y prepotente Cardenal, procuro entenderles... Se tratan, estos estudios, de la Ciencia Cósmica, cuya definición y alcances compartí en un texto anterior, editado por el mismo Instituto y que compartí contigo).

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Amarse es aceptarse... Y crecer (y IV)

Aunque tal vez te resulte risible por increíble, las energías divinas tienen capacidades inéditas para el común de la gente. Con su poder inconmensurable, podemos prevenir y curar enfermedades, tanto las de la carne como las del alma. Yo no tengo ninguna duda, mayormente desde que usándolas, incluso desafiando las recomendaciones y tratamientos de la ciencia ortodoxa, logré curar el síndrome situacional del adulto que me diagnosticara el siquiatra César Mella -¡oh, los inefables siquiatras!- cuando experimenté, en noviembre de 1995, la fugaz crisis de pérdida de la noción de realidad que ese médico etiquetó con el citado nombre.

Desde mi punto de vista, tus enfermedades recurrentes, tus dolores de cabeza repetidos, tus insatisfacciones existenciales, tus quejas, tus amarguras, son producto de inadecuada utilización de las energías. Me explico: acostumbras a invertir energías en ejercicios fútiles, como, por ejemplo, conversando acerca de usos, costumbres y debilidades de terceras personas. Como bien sabes, hay que respetar el grado de evolución de la gente, no juzgar comportamientos ajenos y ser comprensiva de todas las conductas humanas, por más hirientes, indeseables, inhumanas, criminales y aberrantes que nos luzcan o sean. Porque ni siquiera Dios, quien todo lo puede, osa juzgar a sus hijos e hijas ni obligarles a llevar una vida totalmente virtuosa. No, la Divinidad deja que actuemos de acuerdo a los imperativos de nuestra propia alma y nunca invade la esfera del libre albedrío de que fuimos dotadas y dotados.

Del mismo modo, tiendes, frecuentemente, a decir mentiras, pendejas, por demás, tal vez en ánimo de salvar situaciones cuyo reconocimiento y aceptación resultarían desagradables o incómodas para tí o para otras personas. Y, asimismo, tiendes a canalizar energías en planes que no ejecutas como tú misma has decidido. Al respecto te ilustro con una experiencia que viví contigo el mismo día en que fuimos de tienda. Recordarás que en la tarde, por decisión personal, conviniste conmigo en ir a la iglesia donde predica el padre Tardif, para, al final, echar a un lado tanto tu plan como el mío. Si no lo sabes, desde que tomamos una decisión, canalizamos energía. Si no ejecutamos lo que decidimos, la energía canalizada se pierde, se dispersa y nos enmaraña el aura, a tal punto que afecta nuestro equilibrio orgánico, espiritual y emocional, provocándonos enfermedades en el cuerpo y en el alma. Así las cosas, te sugiero, con todo respeto que no planifiques acción alguna a menos que tengas certeza absoluta de que la ejecutarás. No es que nos convirtamos en máquina. No.

De lo que se trata es de ponderar, planificar adecuadamente nuestros pasos, no perder tiempo en naderías ni en banalidades. En fin, utilizar nuestras energías vitales, divinas, para cultivar propósitos superiores, aunque con suficientes sencillez, benevolencia y capacidad de comprensión y de perdón como para aceptarnos en nuestras debilidades, defectos y fallos. Porque no somos diosas para ser perfectas -si tales fuésemos, no estuviéramos encarnadas en este ropaje humano-, aunque sí estamos compelidas a cumplir nuestras tareas existenciales, caminando siempre hacia propósitos cada vez más elevados, hasta el día en que regresemos a nuestro origen, al seno de la Divinidad, a la Isla Central -el paraiso, para las religiones-, donde "residen" las tres energías primarias, materia inicial de todo cuanto existe y existirá por los siglos de los siglos, porque la creación de Dios es infinita, como él, y, por tanto, nunca terminará.

Bien sabes, porque no soy dada a disimular mis sentimientos ni mis pensamientos, que te quiero mucho y que he procurado ser tu amiga. Pero tú, en cambio, me luces reticente frente a este propósito. Por qué no abres tu corazón, tus palabras y tus pensamientos para el cultivo y crecimiento de una amistad auténtica, en razón de que donde no hay franqueza y verdad es imposible construir ese valor tan inapreciable de que nos habla Hall.

Y en cuanto a tus relaciones primarias, madre-hijas-hijo, esposa-esposo, amigos y amigas, tengo algunos comentarios. Pienso que debes aceptar tus realidades tal cual existen o, pura y simplemente, organizar lo que debe ser organizado, enmendar lo que debe ser enmendado y romper lo que debe ser roto, no importa cuáles cosas dejes en el camino, todo en aras de tu propia felicidad, que, sin ninguna duda, no conseguirás sacrificando los efluvios de tu alma a cambio de materialidades intrascendentes, por más llevadera y cómoda que tales materialidades nos hagan la vida propia y la de nuestras familias. No te estoy dictando fórmulas ni mucho menos dándote consejos para la acción. No, lejos estoy de creerme dueña de todas las verdades ni mucho menos calificada para hacer de pontífice. Mi deseo es menos pretencioso: Aspiro únicamente a acercarme a tu conciencia para que despiertes a una vida plena, en la que tú seas tu propia ama y señora, claro sin olvidar -las mujeres, contadísimas excepciones aparte, nunca lo hacemos- tus responsabilidades personales y familiares, pero sí convencida de que nadie más que tú tiene derecho a escoger el destino personal.

"Con el tiempo aprendí la sutil diferencia que existe entre tomar la mano de alguien y encadenar el alma", escribió alguien hace ya mucho tiempo. Yo conozco también esa sutil diferencia, porque en mi propia vida he conocido gente que me ha amado, me ha querido, pero con amor posesivo y, por tanto, con falso amor. Porque ningún amor verdadero encadena el alma; al contrario el amor auténtico es liberador, respetuoso de las urgencias y necesidades del sujeto amado. Por eso, quien ama de veras toma la mano de quien ama, pero no le encadena el alma, sino que la deja volar, expresarse, caminar hacia el Infinito, Dios, a sus propios pasos, con sus propias potencialidades, deseos y capacidades. Yo deseo, vehementemente, darte mi mano, ayudarte a crecer, aunque sé, con absoluta certeza, que cada ser humano es el único arquitecto de su propio destino, a pesar de que, como sostiene el Budismo, hay maestros, pero sólo cuando el alumno o la alumna está preparada aparece el maestro. Ni antes ni después, sino en el instante preciso. Así, espero cumplir exitosamente el rol de pinche tirano que me has atribuído. Si así debe ser, así será. Porque todo tiene su tiempo y su espacio. Menos la Eternidad.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Amarse es aceptarse... Y crecer (III)

La desnudez, belleza del alma

Ciertamente, como me decías anoche, no es fácil tomar las riendas de nuestras propias vidas -dificultad que se agiganta, principalmente en el Tercer Mundo y en el caso de las mujeres-, a quienes se nos educó (también está en el siquismo de cada mujer, porque somos las portadoras de la vida humana y tenemos el rol biológico, principalmente en sus primeros años, de alimentar, mimar y preservar a la criatura, tarea que cumpliésemos más exitosamente si nuestros hombres entendieran -y actuaran en consecuencia- que también toca a ellos aportar para formar mejores hombres y mujeres, pero esto es harina de otro costal). Se nos educó, repito, para estar inmancablemente pendientes -y procurar satisfacerlas- de las necesidades, tanto afectivas como materiales, de nuestros seres queridos: hijos, hijas, madre, padre, marido, y para tener la aprobación de los demás. Como también se nos educó para olvidar nuestras propias necesidades y urgencias. Primero, bien lo sabes porque sin ninguna duda también recibiste la lección, debemos complacer, atender a los demás y luego, si queda tiempo y energías, atender nuestras propias urgencias, siempre, claro está, que su satisfacción no conspirase contra los deseos e intereses de nuestras familias. ¿A cuál mujer de tu generación y de la mía se le enseñó alguna vez, por lo menos en esta ficción de nación que es República Dominicana, que como persona humana tiene derechos inalienables, y el deber de procurar su satisfacción. No, semejante lección se quedó en el tintero. Así, no fuimos educadas para complacernos ni mucho menos para respetarnos y exigir respeto, a pesar de lo cual ha habido y seguirá habiendo mujeres transgresoras -me incluyo- capaces de romper los mitos que se nos inculcó, sin experimentar ninguna culpa. Lamentablemente, sólo unas pocas no experimentan culpas cuando transgreden, rompen, con los designios de la cultura para el ser mujer. Yo lo sé muy bien, porque cuando comencé a transgredir las normas sociales, las culpas me apabullaban, a tal punto que incluso tuve inclinaciones suicidas y hasta corrí el riesgo de convertirme en una alcohólica, inclinaciones que, afortunadamente, superé atendiéndome, estudiando, creciendo, trabajando, aportando. Hoy, sobre todo gracias a mis estudios de Ciencia Cósmica, me siento un ser humano completo, feliz, con alegría vital, aunque los problemas de la cotidianidad -interactuar con gente diversísima en una sociedad tan hipócrita y mentirosa como la nuestra, comprar la comida, financiar la educación de mi hijo, pagar los servicios esenciales de la casa, etc.- son cargantes y jodedores. Pero, con todo, la dinámica de vivir la cotidianidad me aporta elementos que ponen en tensión mis energías y me ayudan a aguzar mi creatividad para afrontar cada vez situaciones más diversas y complicadas, para lo cual cuento, porque las siento en mi fuero interno, con las energías divinas, con el soporte de la Divinidad, que no me castiga por mis supuestos o reales "pecados", siempre me ayuda a llevar mi "carga" y es tan misecordiosa como para, incluso, perdonarme mis defectos, porque -estoy convencida de ello- las virtudes no se improvisan, ni tampoco se pueden forzar, por cuanto ellas son producto del grado particular de evolución de cada persona. Por eso es que, pienso, Marguerite Yourcenar afirma que hay almas que nos hacen creer (ella era atea) que el alma humana existe. Aludía así, en uno de sus libros, a la mística rusa Juana de Vietengoh, una mujer de virtudes tan acrisoladas que eran consustanciales a su ser, a su esencia y que escribió lo que sigue, en palabras mías: los seres humanos, al querer embellecer el alma, la han cargado de oropeles, de la misma forma que adornan los altares de sus santos. Pero el alma sólo es bella cuando está desnuda. Es decir, que -por aquello de que pasa todo cuanto tiene que pasar para la evolución del Cosmos y de la humanidad- privar a nuestra alma de sus expresiones, en aras de acceder a unas pureza y santidad para las que no calificamos, es un ejercicio, a más de estúpido por inútil, violentador de la propia esencia. Claro, estamos "condenadas" a evolucionar, a parecernos cada vez más a nuestra madre, la Divinidad, a cuyo seno regresaremos cuando alcancemos la perfección, meta cuya consecución es el producto de un ejercicio exclusivamente personal, aunque, claro está, hay gente -no tengo dudas- cuyo elevado grado de evolución les califica para "darnos la mano" en nuestro tránsito hacia la perfección. Pero ningún pastor, cura, filósofo, ni orientador personal- nos va a llevar a "la gloria". Como diría un facilitador de Ciencia Cósmica, para alcanzar la Divinidad hay que "mover el culo", es decir, trabajar para eliminar nuestras deficiencias y defectos, procurando siempre conocer -y cumplir, cuando corresponda- las leyes Unica, Divinas, Universales, Cósmicas, de la Inteligencia, de la Vida y del Atomo.

Mientras, en este aquí y en este ahora que nos ha tocado vivir, tenemos -y debemos cumplirla- la ineludible responsabilidad de ser felices mediante la promoción del amor, tanto hacia nosotras mismas como hacía las y los demás. La tarea, si se ha aprehendido e internalizado su importancia y procedencia, resulta llevadera, fácil de cumplir. Te lo digo por mi propia experiencia, aunque debo dejar constancia, por honestidad, de que las energías divinas han sido determinantes en el logro de mi éxito personal, sobre todo la codificación diaria de la Ley Unica, cuya letra copio a seguidas, interesada en que también te sirva a tí: "Conscientemente, voluntariamente, continuamente, eficazmente, amorosamente, estoy en contacto directo, físico, psíquico y espiritual con la Ley Unica, el Pensamiento de Dios, el Amor. La Trinidad penetra en mi con su poderosa energía divina. Esta energía me libera de mis temores, mis inquietudes, mis angustias, mis dudas. Ella sana tanto mi cuerpo como mi alma de todo lo que no está en armonía con el Universo." (sigue)

domingo, 2 de septiembre de 2007

Torres derrumbadas y Estulticia humana

Torres derrumbadas...

Han caído tantas torres
Se han desplomado tantos amores
Y tantos dolores han dejado marcas,
cicatrices, sonrisas y caricias.
Tanto y tanto retornar, volver y seguir.

La Eternidad sentada al lado del rocío
viendo mi alma caminar,
a veces trotar, ora correr.
El equilibrio, indetenible,
las muecas, infalibles, impenetrables.

Y el animal humano, impertérrito
ausente, vacío, risueño.
El viento, inmutable, leve
Dulzón en sus caricias para mis pensamientos
Mis ideas dolidas,
ansiosas, a veces
pugnando por asaltar las neuronas ajenas
A veces parecen cansarse, pero persisten.
Huelen a eternidad
saliendo de este mi cerebro anciano
Y yo mirando, observando, comprendiendo
Urgida de empatía, en ocasiones.
Siempre, siempre, abierta a insondabilidades.
Aguardando primaveras y sorpresas
Presta a verdades viejas y nuevas
A dolores presentidos, resentidos.
A tus violencias vividas y a sus huellas
dolorosas, calcinantes, mordientes,
Y enseñantes.
Capaces, en sus cicatrices, de curar y de curarte.
Fragua de virtudes
Crisol paradisíaco
Hacedor de hombres y mujeres excelsos,
Intocados, vírgenes,
Como tú en tus esperas
Y en tus rabias.


3:00 pm. 24 de octubre 2001, en Brooklyn,

días después del derrumbe
de Las Torres Gemelas.


Estulticia humana


Ah, estulticia humana.
hasta cuándo.
Entenderás, alguna vez, el sentido de tu
trascendencia, el proposito de este viaje.
Por qué empeñarte en continuar
saltando los mismos obstáculos,
diciendo las mismas mentiras.

Por qué persistir en estupideces ancestrales
Acaso aprenderás, animal humano, alguna vez
las lecciones de tu historia.
Desde aquella vez en que te hiciste erectus
Y comenzaste a usar las manos.
Qué has hecho con tus neuronas
para qué las usas.
Capaces de desafiar leyes
Y de violarlas, incluso a tu propia cuenta y daño.
Las entrenaras, alguna vez, para penetrar insondabilidades
Y montarte en las alas de una gaviota
para trotar en su vuelo.
(Noviembre, 2001, Brooklyn).

sábado, 1 de septiembre de 2007

Amarse es aceptarse... Y crecer

Amarse es aceptarse...Y crecer (II)


Ahora entro en materia, no sin antes precisarte que busco pura y simplemente, con esta comunicación, dar otro paso en aras de mi interés de que construyamos una amistad sólida, y cumplir mi papel de "pinche tirano", es decir, hacer cuanto sea necesario para que te acerques al camino del conocimiento, al descubrimiento excelso de tu realidad interior, donde radica la verdadera libertad y está la fuente de las más trascendentales satisfacciones y de nuestra salvación auténtica, llevadas de las manos del pedazo de Dios que somos y que mora en nuestro interior, para amarnos y perdónarnos, sobre todo a quienes han cometido "faltas" mayores, como la mentira, el crimen y el peculado. Perdonar, incluso, nuestras pequeñeces y defectos humanos, pero buscando siempre el auténtico crecimiento humano, hasta que regresemos al seno del Absoluto, puras, perfectas y santas. Al final, no tengo dudas, después que logremos evolucionar hasta alcanzar la perfección, iremos a morar junto a la Altísima Fuente y Origen de todo.

Dioses en potencia

Quiérete, tú eres una mujer valiosa. Abandona tus miedos, tus temores, tus inseguridades. Tú puedes. Sí, no tengo ninguna duda. Porque los seres humanos tenemos capacidades similares, aunque no idénticas, a las de la Divinidad, porque sus energías descansan en nuestro ser. No más que pocas y pocos se dedican a explorar y desarrollar sus capacidades energéticas divinas y, sobre todo, a abandonar los comportamientos potencialmente dañinos, comenzando, en tu caso, por la aceptación de tí misma y de tu realidad particular. He observado avances, aunque tímidos, en tu proceso de crecimiento personal. Para muestra, un detalle: en tu tarjeta de empleada se lee tu primer nombre de pila, dato que resalto porque el primer paso, a mi juicio, para amarnos y hacer crecer la autoestima personal es el reconocimiento y la aceptación del nombre propio, aunque no lo hayamos elegido y nos resulte antipático, porque, sencillamente, es nuestra primera tarjeta de presentación. (Cabe, la posibilidad, sin embargo, de cambiar, mediante trámites oficiales, el nombre personal si nos resulta tan poco atractivo como para avergonzarnos). Juana -sé que no te gusta este nombre- es un nombre hermoso y, por lo menos a mí, me trae siempre a la memoria la vida y la obra de Juana de Arco, quien, en el vértice de su primera juventud, condujo, triunfantes, a las tropas del Ejército de su natal Francia para defender el reino, impulsada por visiones reputadas como divinas experimentadas por ella misma y por sus contempóraneos.

Dejé en tus manos -ahora lo escribo aquí porque conviene a la lógica de mis pensamientos, afirmaciones que el antropólogo y novelista mexicano Carlos Castaneda atribuye a su maestro don Juan, un brujo de una de las poblaciones indígenas de su país que él usa como personaje central de sus libros -unos seis, por lo menos- sobre antropología y ficción. Se trata de los seis elementos constitutivos de la estrategia para erradicar la importancia personal, cinco de los cuales, llamados atributos del ser guerrero, pertenecen al mundo privado del guerrero que lucha por perder la importancia personal y son: el control, la disciplina, el refrenamiento, la habilidad de escoger el momento oportuno y el intento. El sexto elemento, el más importante, pertenece al mundo exterior y se llama pinche tirano, que bien puede ser una persona que nos aguijonea para crecer o una situación que también nos conduce a seguir evolucionando para ser cada vez una mejor persona. Como cuando te leí este texto por primera vez no tenías bien claro qué es eso de la importancia personal, procedo, diccionario en manos, a darte una definición del concepto.

Como sabes, importancia es un sustantivo femenino que nombra, en primera acepción, la calidad de lo que es muy conveniente o interesante, de mucha entidad o consecuencia, y, segunda acepción, la representación de una persona por su dignidad o calidades. Así, la importancia personal viene a ser, en boca de don Juan pero en palabras mías, un afán por ser reconocida, estimada, aceptada por nuestra figura y méritos, reales o fingidos, por las otras y los otros.

Entonces, preocuparse por la importancia personal es estar pendiente siempre de la aprobación de los y las demás (los políticos de aquí, de allá y de acullá son, en grandísimo número, adoradores de la importancia personal). Por análisis en contrario, erradicar la importancia personal significa ser como se es, sin parar mientes en las opiniones ajenas, lo cual no debe interpretarse, ni por asomo, como un llamado al abandono del cuidado y embellecimiento de la figura ni de nuestras cosas personales, ora el vestido, ora los enseres del hogar. Tampoco significa que caminemos por esta Tierra dando codazos ni lastimando al prójimo. La erradicación de la importancia personal, a mi juicio, presupone, necesariamente, la posesión de una buena autoestima. Es decir, nos queremos, nos cultivamos y seguimos hacía adelante buscando, inmancablemente, el desarrollo de las facultades superiores, es decir, trabajando por nuestra propia evolución.

¿Por qué estimo que necesitas trabajar para eliminar la importancia personal? Porque frecuentemente tienes discursos en los que está implícita la necesidad del reconocimiento personal, de tí misma o de quienes comparten contigo. En el fondo de semejante comportamiento, subyace, para mí, un deseo de que las y los demás te aprueben por tu calidad -eres gente de poder, conoces a personas influyentes e importantes, eres físicamente hermosa, etc..- He visto en tí comportamientos enderezados a resaltar la importancia personal, como, por ejemplo, cuando fuimos de tienda y, en el baño, lamentaste que yo no anduviese con mi cámara para captar las inmundicias del espacio, con miras a denunciar la situación. ¿Por qué creo que hubo ahí un alarde de importancia personal? Porque era innecesario el enunciado en términos reales y prácticos, no así para que quienes te oían supiesen que tu amiga y tú misma tenían poder o capacidad públicas. Es decir, para resaltar tu importancia personal. Y la mía, por supuesto.


El énfasis y los esfuerzos que haces para verte físicamente hermosa y para tener una casa cada vez más hermosa traducen un marcado interés por la importancia personal, principalmente porque, al mismo tiempo, descuidas el cultivo de valores superiores, como el crecimiento intelectual, el cuidado y hermoseamiento de tu alma, el cultivo de tu inteligencia y un etcétera larguísimo.

Los valores más importantes son intangibles. Si no, ¿cómo medir la generosidad, el amor, la solidaridad, la belleza de un atardecer, el rielar de la luna sobre el mar, el placer que nos causa la sola contemplación del sujeto amado y todas aquellas sensaciones, sentimientos y tesoros acumulados en lo más profundo de nuestras almas?