viernes, 24 de julio de 2009

Un caso médico para contar

Nota de la editora: Artículo copiado del sitio Perspectiva Ciudadana.com. Es noticia, claro está, buena noticia...

Perspectiva del Día
Por Rafael Sánchez Cárdenas

Hace unas dos semanas que un hijo del conocido abogado Dr. Ramón Andrés Blanco Fernández sufrió un grave accidente de tránsito en la Ave. Independencia, cerca de la Cancillería dominicana. Producto del accidente, el joven presentó, a la laparoscopía, nada más y nada menos que una fractura completa del páncreas grado IV. Y aún vive. ¡Qué lechero!

Me asombra más saber que, además de la hemorragia que esto implica, tenía roturas del mesenterio. Una suerte de tela, hecha de membranas grasosas, por donde caminan las venas y arterias que irrigan al intestino. Es un fijador de las tripas dentro del abdomen. Y sangrando también.

El paciente fue chequeado en el Hospital de la Policía, cercano al lugar del accidente y despachado a su casa minutos después. ¡Vaya usted a ver!

Los familiares condujeron al accidentado a otro centro médico de la cercanía. Y allí encontraron a su salvador: el cirujano Dr. Héctor Manuel Rosario Díaz. Que tiene un prontuario médico excelente con el bisturí. Unas destrezas dignas de maestro.

Evitada la exanguinación del paciente por la hemorragia con la intervención oportuna, aquella que no se valoró en el Hospital policial, y reparado el mesenterio que estaba a la vista, se encuentra la dura realidad para cualquier cirujano: la rotura, en dos, del páncreas. La mortalidad en estos casos es elevadísima. Sobrevivir es de suerte o por habilidades quirúrgicas notables.

El páncreas es un órgano friable. Vale decir, como queso. Se desmenuza con cierta facilidad, comparado con otros órganos. El hijo del Dr. Blanco Fernández está vivo para contarlo. El cirujano debió tomar la parte del páncreas adherida al cuerpo y reconstruirla, a pisada pensada. Y tuvo éxito.

No piensen que todo quedó ahí, pues el trozo roto no fue lanzado al zafacón. Lean ustedes: tomó el pedazo suelto, haló un recodo de tripa y abriendo un hueco en ella le zurció, como sastre, el trozo flotante.

Limpió y cerró el abdomen. Y cinco días después el paciente estaba ingiriendo alimentos ante los ojos exaltados del personal hospitalario y de los familiares, médicos incluidos.

Lo que hizo el Dr. Rosario Díaz fue una pancreático-yeyunostomía, que permitirá al Sr. Blanco contar con dos páncreas, digamos. Y todo hecho a contra reloj y con la muerte en la sala de espera.

Son historias médicas que no deben quedar ocultas.

Expresamos nuestra felicitación al Dr. Héctor Manuel Rosario Díaz y celebramos las destrezas quirúrgicas exhibidas. Y salud para Carlos, hijo del Dr. Blanco Fernández.

Santo Domingo, 23 de julio de 2009