jueves, 4 de octubre de 2007

Ruidos y vulgarización

(Nota de la editora: Escribí este artículo hace doce años para el desaparecido diario El Siglo, que lo publicó el 30 de octubre de 1995. Lejos de influir a quienes tienen responsabilidad en la generación de ruidos y en su regulación, trátese de instancias públicas o privadas, la advertencia implícita en mi reflexión no parece haber surtido efecto, por cuanto, aquí y ahora, la pandemia ruidosa que taladra el alma nacional y provoca enfermedades diversas se ha expandido y nuestra sociedad es cada vez más bulliciosa, con todas las secuelas negativas físicas como psíquicas que provocan los ruidos.)

Por Elsa Expósito

Hay, en nuestra sociedad, expresiones de vulgarización escandalosas. Es como si hubiésemos perdido el sentido estético, como si la libertad personal, el respeto a las diferencias, la tolerancia frente a ellas, constituyesen licencias para la vulgarización de la existencia, para en buen español dominicano, la "cualquierización" de la vida.

Parecería que somos incapaces para buscar el justo, el preciso equilibrio, entre las actitudes y comportamientos autoritarios, intolerantes, y la tolerancia y la libertad personal.La "música" de moda hoy aquí es, sin ninguna duda, una de las más connotadas expresiones de la vulgarización, del mal gusto, de la vida dominicana de hoy. Y del bullicio. Si antes no lo hubiese entendido, lo que hoy pasa en esta tierra, musicalmente hablando, habría sido más que suficiente para comprender a Hermann Hess cuando habla acerca de la música como elemento para conocer a un pueblo, para adentrarnos en el alma de una nación.

Los ruidos, comenzando por el que divulgan el grueso de las radiodifusoras y televisoras de esta nación bajo el nombre de "música" popular, nos están enfermando. (No hablo de sus letras porque se trata de un tema aparte, en el que hay muchísimas alforjas que recortar). Y parece que no nos damos cuenta.Es como si la gente hubiese perdido un sentido, el importantísimo oído. No hablamos, gritamos, pero no parece que nos demos cuenta.

La ciudad está llena de ruidos, de bullicio. Y hasta en los hogares, en muchos hogares, la gente no se habla, se grita. Y como los gritos obstaculizan la comunicación, difícilmente puede haber comunicación entre una madre, un padre y sus hijas y sus hijos acostumbrados a gritarse.

Salga usted a la calle, pero prepárese antes porque se arriesga, con creces, a enfermar su oído, con todas las secuelas negativas de esa enfermedad. Como en la calle anda tanta gente que tiene el oído enfermo, porque lo dañó exponiéndolo a una carga de decibeles mayor a la que él podía soportar, la población no sabe hablar quedo, bajito. No. Se comunica a gritos, oye "música" para que los otros y las otras también la escuchen y no hay forma de que te respeten tu oído sano. No, también quieren enfermarte el tuyo.

La radio, la televisión, las bocinas de los automóviles públicos y privados y en hogares y "colmadones", las ambiciones alocadas se confabulan para parir ruídos, para agredir nuestro oído, con todo y las coyunturales campañas de la Policía y los aspavientos teatrales, de ocasión, como para estar en la "onda" noticiosa, de gente de periódicos, de la televisión y de la radiodifusión.

Y otro ruido, altamente peligroso, el que sale del arma de fuego asesina cuyo gatillo fue apretado por un ser humano habitante de esta ruidosa e insoportable Santo Domingo.Como según las Ciencias Médicas, los ruidos dañan la salud, incluyendo el sistema nervioso, el equilibrio emocional y hasta la tan preciada "virilidad" masculina (no hay aguacate que valga), creo de altísimo interés iniciar una campaña nacional, bien planificada, conforme las técnicas del mercadeo social, para enfrentar el bullicio.

La gente ecologista de este país y los medios de información social, principalmente la radio y la televisión, bien podrían planificar, confeccionar y difundir esta campaña. La embajada de Francia, nación donde hace muchos años se hizo una campaña de mercadeo social para obligar a los y las automovilistas a no tocar las bocinas de us autos a menos que fuese necesariamente obligado para evitar un accidente, podría dar la mano en este proyecto, simplemente ofreciendo las informaciones sobre la experiencia citada. O tal vez se anima y nos manda una o un experto para que nos diseñe la campaña como un gesto de cooperación. Así no habría que pagar a ningún creativo.

Entretanto, la gente de la radio y la televisión, como usufructúan en beneficio privado un bien público, propiedad pública, como son las ondas hertzianas, podrían emprender acciones contra el ruido. Así, devolverían a la sociedad, una pequeñísima parte de lo que han obtenido gracias a tal usufructo. Para ello, las televisoras deben comenzar haciendo bajar el tono de voz a sus comediantes y sacando de sus contenidos "humorísticos" las escenas de pleitos familiares en los que el griterío está al pecho. Lo mismo harían con las discordias altisonantes entre amigos y enemigos.

El interés nacional así lo reclama, porque -es verdad de acero-, los ruidos que laceran el sistema nervioso tienen muchísimo que ver con las abundantes expresiones de violencia que se dan en nuestras casas y en nuestras calles.Tal vez -no sé-, lo que he planteado no sea de interés nacional alguno, pero sí es de muchísimo interés personal. Porque los ruidos y la "música" en boga me resultan insufribles. Es que mi cerebro es lento y necesita silencio para su sanidad. Y para concluir, un comercial: ojalá que las emisoras de este país sean como Viva FM, pero no tan lejos en el tiempo como en el año 2500. Es demasiado esperar.