miércoles, 26 de septiembre de 2007

Catarsis espiritual

(Nota de la editora: El autor del texto que aparece abajo, Malcom Pavel Bisonó Expósito, 29 años, es el menor de mis tres hijos. Escribió el texto que sigue animado por el deseo –también acicateado por mí– de que el conocimiento público de sus vivencias –las experimentó entre los 14 y los 15 años de edad- contribuyan a lograr que la gente entienda que la música es capaz de provocar determinados comportamientos y hasta influir la naturaleza orgánica e inorgánica. Este texto es parte del contenido de lo que será su primera obra impresa. La música –ya lo dijo Hermann Hesse- es el alma de los pueblos. Y los mensajes de la cultura de masas (principalmente los subliminales), reggatón y otros ruidos promovidos como música, influyen a quienes se exponen a ellos y se van al subconsciente*, ese Dios-bestia que carga cada criatura humana. El periódico Clave Digital lo publicó el 20 de junio del 2006, en su sección Opinión Joven, aunque omitió la introducción que le escribí entonces. He decidido compartirlo contigo porque me parece pertinente hacerlo en medio de tantos ruidos que se oyen en esta "selva de asfalto" en que se ha convertido República Dominicana, la misma donde presentadores de espectáculos, incluso de TV y la radio, instan a la gente a "hagan una bulla". Ojalá llegue el mensaje profundo que, desde mi punto vista, hay en este texto. He pedido a Malcom que comparta sus otras vivencias en el mundo astral en el que se internó y que yo, como madre, hube de manejar con mucha paciencia, mucho estoicismo y virtualmente sola, aunque auxiliada por la fuerza que dan las energías divinas, para no derrumbarme. Espéremos sus otros aportes...)



“Las letras (de los géneros musicales “death metal”, “black metal” y “heavy metal”) inspiran la destrucción total de la humanidad, la mutilación de Jesús, el Cristo, y actos inimaginables en una mente sana. Los mensajes negativos son tan persuasivos que te atraen a este mundo perverso de ideas sangrientas y a la adoración de un ser creado por mentes perdidas entre su propia Luz. Esta música me llevo a convertirme en alguien que yo nunca imaginé. Malcom Bisonó.

Por Malcom Bisonó

Te regalo mi experiencia. ¡Cuánto deseo que encuentres en ella al menos un vislumbre de esa Luz que tanto anhelas! Ojalá recuerdes que todo lo vivido son sólo pasos que nos retornan a ese Hogar Eterno al que realmente pertenecemos. No importa lo oscuro, sucio, espinoso, profundo y frío que sea el camino, si con todo el corazón lo quieres recorrer. Créeme -yo lo he comprobado-, siempre te reencuentras con tu puro brillo divino...

Recuerdo que cuando era niño lo que más temía era una imagen del diablo que descubrí en la portada de un libro del mismo título en la biblioteca de mi madre. (El Diablo, de Giovanni Papini. EE). Era una cara grotesca con grandes colmillos y unos rojos ojos que al mirarlos me aterraban tanto como me intrigaban. Esta imagen se grabó en mi subconsciente, y luego fue el canal donde encontré la negativa oscuridad en mi temprana adolescencia.

Como todo adolescente, buscaba mi propia identidad, algunas veces -no sé si inconscientemente- con desesperación… Dicen que escribir purga el alma. Así, escribiendo, limpio mi alma de toda escoria que por mí fue sembrada en ella. No tengo duda alguna de que todo lo vivido es parte de mi Plan Divino y gracias a cada experiencia soy quien soy hoy día y tengo el privilegio de poder apreciar, atesorar y compartir la Luz redescubierta. Abro las puertas de mi subconsciente y desato aquí lo que viví:

Mis amigos, como yo, también buscaban su identidad propia y juntos pretendíamos -incluso creímos haberlo conseguido-, encontrarla en el tipo de música más degradante, negativo y oscuro que pueda existir. Allí nos refugiábamos porque queríamos ser diferentes a los demás, rebelándonos -¿sin causa?- ante una sociedad que promueve los instintos carnales más que las dotes espirituales. Los tipos de música que escuchábamos eran “death metal”, “black metal” y parte del “ heavy metal”. Las letras inspiran la destrucción total de la humanidad, la mutilación de Jesús, el Cristo y actos inimaginables en una mente sana. Los mensajes negativos son tan persuasivos que te atraen a este mundo perverso de ideas sangrientas y a la adoración de un ser creado por mentes perdidas entre su propia Luz. Esta música me llevó a convertirme en alguien que yo nunca imaginé.

Todo comenzó una tarde cuando le pregunté a Neftalí: “¿Quieres ser inmortal? El simplemente me miró con una sonrisa interior. Verdaderamente no me importaba lo que pensara siempre que me acompañara hacia este negro mundo al cual yo deseaba apasionadamente penetrar en busca de mi inmortalidad. Tal vez sentía temor de adentrarme solo en este camino de charcos sin fondo y espinas sin rosas. Esa noche decidí hacer un rito satánico en el cementerio que estaba cerca de su casa. Aquí empezaron las mentiras. Le dije a mi madre que iba a pasar la noche en casa de Neftalí, tocando guitarra y escuchando música. Gracias le doy a mi madre por su confianza y por respetar mi libre albedrío, con lo cual me brindó la posibilidad de encontrarme a mi mismo.

Al pasar la media noche, Neftalí, Rojito, El Flaco y yo nos encaminamos hacia el cementerio. Nos tragamos el temor con par de botellas de Brugal y los guié por el negro sendero que conducía a las tumbas fosforescentes donde nos sentamos. Hice un pentagrama satánico con sal y puse velas en cada extremo de la estrella inversa. Me recordé de un cuadro de Jesús que mi madre tenía en la sala de nuestro hogar (hoy lo tiene en su oficina) en el que se lee: “Señor, que descubra mi soledad para luego poder colaborar contigo en la salvación del mundo”. Cambié la oración y escribí: “Padre de las tinieblas, que descubra mi soledad para poder colaborar contigo en la destrucción del mundo”. Mientras decía la oración me corté la mano izquierda con una navaja suiza que, como estaba bota, hube de presionar fuertemente en mi carne para cortarla, con lo que mi dolor aumentó. Este fue el comienzo de una secuencia de ritos… (Continuará.)


*El subconsciente es el gran animador del ser humano y está siempre listo para actuar; se ha formado por sonidos escuchados, por cosas tocadas, por objetos vistos y por sentimientos, afectivos o no, experimentados. Está constituido de todo eso que se ha leído, de todos los principios que nos han sido inculcados, sea, por ejemplo, a través del estudio o por la obligación de obedecer a una autoridad. Y es de una importancia capital para quien se deja manipular por él: trastorna la conciencia, aumenta las desgracias, embellece lo que amamos y hasta hace creer que lo negativo es positivo y que el hombre tiene miles de razones para obedecerle; convierte al hombre en mentiroso, iluminado, fatalista, a más de que provoca miedos irracionales, inquietudes, preocupaciones y esconde la luz para no dejar ver más que sombras. Aunque se podría pensar que el subconsciente es muy malo, no lo es, aunque sí refleja lo que usted ha grabado en él y lo que provoca de insólito en la conducta humana no es más que la resultante de actos insólitos o de pensamientos que usted ha grabado. El subconsciente no es malo, pero recuerda. (Un extracto, no textual, del libro “Las tres grandes preguntas del hombre: ¿qué somos? ¿Dónde estamos? Y ¿Hacía dónde vamos?, de Adela Sergerie, distribuido por el Instituto Dominicano de Ciencia Cósmica, Inc.).