sábado, 1 de septiembre de 2007

Amarse es aceptarse... Y crecer

Amarse es aceptarse...Y crecer (II)


Ahora entro en materia, no sin antes precisarte que busco pura y simplemente, con esta comunicación, dar otro paso en aras de mi interés de que construyamos una amistad sólida, y cumplir mi papel de "pinche tirano", es decir, hacer cuanto sea necesario para que te acerques al camino del conocimiento, al descubrimiento excelso de tu realidad interior, donde radica la verdadera libertad y está la fuente de las más trascendentales satisfacciones y de nuestra salvación auténtica, llevadas de las manos del pedazo de Dios que somos y que mora en nuestro interior, para amarnos y perdónarnos, sobre todo a quienes han cometido "faltas" mayores, como la mentira, el crimen y el peculado. Perdonar, incluso, nuestras pequeñeces y defectos humanos, pero buscando siempre el auténtico crecimiento humano, hasta que regresemos al seno del Absoluto, puras, perfectas y santas. Al final, no tengo dudas, después que logremos evolucionar hasta alcanzar la perfección, iremos a morar junto a la Altísima Fuente y Origen de todo.

Dioses en potencia

Quiérete, tú eres una mujer valiosa. Abandona tus miedos, tus temores, tus inseguridades. Tú puedes. Sí, no tengo ninguna duda. Porque los seres humanos tenemos capacidades similares, aunque no idénticas, a las de la Divinidad, porque sus energías descansan en nuestro ser. No más que pocas y pocos se dedican a explorar y desarrollar sus capacidades energéticas divinas y, sobre todo, a abandonar los comportamientos potencialmente dañinos, comenzando, en tu caso, por la aceptación de tí misma y de tu realidad particular. He observado avances, aunque tímidos, en tu proceso de crecimiento personal. Para muestra, un detalle: en tu tarjeta de empleada se lee tu primer nombre de pila, dato que resalto porque el primer paso, a mi juicio, para amarnos y hacer crecer la autoestima personal es el reconocimiento y la aceptación del nombre propio, aunque no lo hayamos elegido y nos resulte antipático, porque, sencillamente, es nuestra primera tarjeta de presentación. (Cabe, la posibilidad, sin embargo, de cambiar, mediante trámites oficiales, el nombre personal si nos resulta tan poco atractivo como para avergonzarnos). Juana -sé que no te gusta este nombre- es un nombre hermoso y, por lo menos a mí, me trae siempre a la memoria la vida y la obra de Juana de Arco, quien, en el vértice de su primera juventud, condujo, triunfantes, a las tropas del Ejército de su natal Francia para defender el reino, impulsada por visiones reputadas como divinas experimentadas por ella misma y por sus contempóraneos.

Dejé en tus manos -ahora lo escribo aquí porque conviene a la lógica de mis pensamientos, afirmaciones que el antropólogo y novelista mexicano Carlos Castaneda atribuye a su maestro don Juan, un brujo de una de las poblaciones indígenas de su país que él usa como personaje central de sus libros -unos seis, por lo menos- sobre antropología y ficción. Se trata de los seis elementos constitutivos de la estrategia para erradicar la importancia personal, cinco de los cuales, llamados atributos del ser guerrero, pertenecen al mundo privado del guerrero que lucha por perder la importancia personal y son: el control, la disciplina, el refrenamiento, la habilidad de escoger el momento oportuno y el intento. El sexto elemento, el más importante, pertenece al mundo exterior y se llama pinche tirano, que bien puede ser una persona que nos aguijonea para crecer o una situación que también nos conduce a seguir evolucionando para ser cada vez una mejor persona. Como cuando te leí este texto por primera vez no tenías bien claro qué es eso de la importancia personal, procedo, diccionario en manos, a darte una definición del concepto.

Como sabes, importancia es un sustantivo femenino que nombra, en primera acepción, la calidad de lo que es muy conveniente o interesante, de mucha entidad o consecuencia, y, segunda acepción, la representación de una persona por su dignidad o calidades. Así, la importancia personal viene a ser, en boca de don Juan pero en palabras mías, un afán por ser reconocida, estimada, aceptada por nuestra figura y méritos, reales o fingidos, por las otras y los otros.

Entonces, preocuparse por la importancia personal es estar pendiente siempre de la aprobación de los y las demás (los políticos de aquí, de allá y de acullá son, en grandísimo número, adoradores de la importancia personal). Por análisis en contrario, erradicar la importancia personal significa ser como se es, sin parar mientes en las opiniones ajenas, lo cual no debe interpretarse, ni por asomo, como un llamado al abandono del cuidado y embellecimiento de la figura ni de nuestras cosas personales, ora el vestido, ora los enseres del hogar. Tampoco significa que caminemos por esta Tierra dando codazos ni lastimando al prójimo. La erradicación de la importancia personal, a mi juicio, presupone, necesariamente, la posesión de una buena autoestima. Es decir, nos queremos, nos cultivamos y seguimos hacía adelante buscando, inmancablemente, el desarrollo de las facultades superiores, es decir, trabajando por nuestra propia evolución.

¿Por qué estimo que necesitas trabajar para eliminar la importancia personal? Porque frecuentemente tienes discursos en los que está implícita la necesidad del reconocimiento personal, de tí misma o de quienes comparten contigo. En el fondo de semejante comportamiento, subyace, para mí, un deseo de que las y los demás te aprueben por tu calidad -eres gente de poder, conoces a personas influyentes e importantes, eres físicamente hermosa, etc..- He visto en tí comportamientos enderezados a resaltar la importancia personal, como, por ejemplo, cuando fuimos de tienda y, en el baño, lamentaste que yo no anduviese con mi cámara para captar las inmundicias del espacio, con miras a denunciar la situación. ¿Por qué creo que hubo ahí un alarde de importancia personal? Porque era innecesario el enunciado en términos reales y prácticos, no así para que quienes te oían supiesen que tu amiga y tú misma tenían poder o capacidad públicas. Es decir, para resaltar tu importancia personal. Y la mía, por supuesto.


El énfasis y los esfuerzos que haces para verte físicamente hermosa y para tener una casa cada vez más hermosa traducen un marcado interés por la importancia personal, principalmente porque, al mismo tiempo, descuidas el cultivo de valores superiores, como el crecimiento intelectual, el cuidado y hermoseamiento de tu alma, el cultivo de tu inteligencia y un etcétera larguísimo.

Los valores más importantes son intangibles. Si no, ¿cómo medir la generosidad, el amor, la solidaridad, la belleza de un atardecer, el rielar de la luna sobre el mar, el placer que nos causa la sola contemplación del sujeto amado y todas aquellas sensaciones, sentimientos y tesoros acumulados en lo más profundo de nuestras almas?