sábado, 20 de junio de 2009

¿Exitoso?

Por Pedro P. Yermenos Forastieri

Pese a los años compartidos y a las afinidades ideológicas, no lograban ponerse de acuerdo. El punto de la diferencia era si el presidente Leonel Fernández es o no un político exitoso.

Resultaba evidente que la discusión tenía su aspecto fundamental en el concepto mismo de éxito. En el aire flotaba, imperceptible pero martillante, aquella expresión atribuída a Juan Bosch de que gobernar era saber mantenerse en el poder. De esa forma, alegaba el Profesor, Trujillo supo gobernar. Innecesario mencionar los especímenes que, a partir de ese rasero, se agregarían al listado, desde Santana al actual.

Mientras ella sustentaba el criterio de la permanencia, a él le parecía una aberración, la cual, pese a la admiración profesada a Don Juan, rechazaba con toda energía. El costo que supone su implantación y las consecuencias que ha significado para el país, respaldan su oposición. Por ironía, la tesis del Maestro devendría en un desmérito de su efímera gestión y del ejemplo inconmensurable que legó a la historia en esos siete meses de dignidad, los cuales, no hacen más que desdecir su propio aserto. Algún día, a esta nación le será de mayor utilidad verse en el espejo de lo que sucedió en ese corto período, que la imagen borrascosa irradiada desde la más dilatada gestión gubernamental.

Para él, la variable esencial del éxito político es la contribución de ese ejercicio público al engrandecimiento material, institucional y espiritual del entorno social donde se lleva a cabo. Tal concepción es una derivación de lo que entiende como la naturaleza del oficio del político: Un servidor de la colectividad. Todo lo demás, podrá justificar glorias personales y nombres inscritos en la posteridad con grandes dificultades para sobrepasar un juicio crítico e imparcial.

En ese sentido, desde el punto de vista individual, el presidente es un político exitoso. Sus logros, y el tiempo en que los ha alcanzado, sirven para satisfacer a plenitud su autoestima. Han sido consecuencias naturales del camino que decidió transitar desde el inicio de sus gestiones: El mismo que sólo sirve para dar continuidad a las causales que determinan que no salgamos del atraso y el caos que nos caracterizan. Lo contrario de lo que debía hacer y de lo que de él se esperaba. ¿Exitoso?

1 comentario:

KuerVo dijo...

Es un fenómeno raro y a la vez interesante. Ciertamente, la permanencia en el poder del Estado de un líder o grupo de líderes, sea el sistema democrático o no, puede asumirse como un indicador de éxito, si se asume, a su vez, como indicador de buena gestión. Parece lógico pensar que dicha permanencia responde a una gestión pública satisfactoria, al menos para la mayoría de gobernados.

En la realidad, sin embargo, ocurre, con mucha frecuencia, todo lo contrario. La permanencia en el poder del Estado de un líder o grupo de líderes es inversamente proporcional a la calidad de la gestión [a mayor tiempo, peor gestión].

Contradictorio, ¿no?

Algo similar, aunque en menor grado, ocurre en la gestión privada. La falta de relevo produce terribles letargos en los sectores productivos. El caso del sector agropecuario dominicano es un buen ejemplo de esto.

Parece ser que el relevo frecuente es más productivo que la permanencia indefinida.

Saludos.